jueves, 26 de octubre de 2023

IRREALISMO MACABRO: CLAVES PARA LEER LOS CUENTOS DE THOMAS LIGOTTI*

*Publicado originalmente en Fabulantes, julio de 2023


El presente reportaje es un manual de lectura de Thomas Ligotti. A través de la exploración de los cuatro temas que vehiculan su obra -payasos, ruinas, pesadillas y marionetas- ofrecemos una completa semblanza del irrealismo macabro del «cosmonauta del vacío», el escritor de terror más original -y nihilista- que haya publicado jamás. 

Los cuentos citados aparecerán al final del artículo, según la procedencia de cada libro

Existe una distancia insalvable entre la antropología cristiana que configura al hombre como la creación más elevada de Dios, dotado de razón y libre albedrío, con el hombre actual postmoderno, configurado a partir de los jirones de Rousseau y su buen salvaje, pasando por el hombre económico de Marx, el hombre-máquina del capitalismo, hasta llegar a los vericuetos del nihilismo existencialista, en el cual nos autodeterminamos sin más rigor que nuestros propios deseoshedonistas en busca de una libertad ilimitada que, como única meta, busca alcanzar la felicidad a cualquier precio, libre de ataduras y compromisos, en constante fluidez.

Thomas Ligotti (9 de julio de 1953), según algunos biógrafos, pertenece a una segunda generación de sicilianos afincados en los Estados Unidos, que trajo consigo un acervo cultural católico (aunque se declare como ateo), que lo diferencia sustancialmente de ese ethos de la América anglosajona protestante, lo que en gran parte explica las inquietudes teológicas de nuestro autor, inquietudes que tienen como centro el misterio de la creación, los absolutos, lo angelical y lo demoníaco, y cómo no, las cosmogonías que busquen dotarle algún sentido a la experiencia. Una poética que responde a una teología teñida de oscuridad demiúrgica, en la que el centro de la existencia es la sinrazón y el caos visceral, costra civilizatoria que de un momento a otro se puede rasgar.

Hacia una poética ligottiana: Más allá de lo insondable de la experiencia

Un hombre se despierta en medio de la oscuridad y alarga el brazo para coger las gafas de la mesilla. Alguien o algo coloca las gafas en su mano. (En la noche, en la oscuridad).

El texto citado podría ser perfectamente un mini-relato. Sin embargo, lo utiliza Ligotti como anclaje para teorizar en torno ficciones propias y ajenasLo llamativo de Ligotti es que, en su afán de crear una atmósfera, o más preciso, un “hábitat de horror”, enseña al lector sus trucos como un extraño mago que, al terminar su función, se sentase al borde del escenario para explicar al público que todo fue una ilusión, enseñando cada magia y sus mecanismos. Es en ese breve ensayo, En la noche, en la oscuridad, donde Ligotti denomina a sus ficciones como irrealismo macabroconcepto que detallaremos.

Existe pues, una larga tradición de terror materialista que tiene entre sus principales exégetas a Edgar Allan Poe y H.P. Lovecraftestetas del “terror está ahí afuera”, creadores que versan sobre la locura, la muerte, la aparición de entidades cósmicasPor contraste, existe una línea irrealista, ligada al romanticismo oscuro, que se encarna en los fantasmas, en los poltergeists, en la alucinación y en la pesadilla, y que tiene entre sus precursores a Arthur Machen (sus novelas La colina de los sueños o Los tres impostores son modélicas) o a Lord Dunsany (Donde suben y bajan las mareas El campo son relatos magistrales de lo onírico)autores que indagaron en las posibilidades que entrega el ensueño y el misterio.

Respecto a lo macabrosu genealogía se remonta, como inspiración o tema artísticoya al fin de la Edad Mediacon un incipiente Renacimiento que posiciona las bases de un nuevo orden frente a uno antiguo, que ya desgastado, da muestras de su inminente fin producto de las revueltas internas, reformas y cismas, y sobre todo por el avance de la peste negra, con sus millares de muertos desperdigados por los campos (verdadera hecatombe que sólo veríamos más tarde durante las guerras mundiales), que derivó en las conocidas danzas de la muerte, donde las descripciones fisiológicas de los cadáveres putrefactos eran acompañados de altas honduras metafísicas, en las que el ser humano se interrogaba por su existencia y devenir.

Ligotti, como irrealista macabro, aúna en sus ficciones elementos ligados a la materialidad de la mugre, el hollín y lo necrótico, con una metafísica negra que tiene como centro la destrucción del ser hasta su disolución absoluta. “El terror está acá adentro”, parecen decirnos sus creaciones burlonas tocándose con el dedo índice la sien. En síntesis, une la irrealidad del sueño con la realidad de la muerte, y ese cruce especial provoca que a la postre sus cuentos estén plagados de reflexiones, y no en vano se le ha dado a llamar como “terror filosófico”.

Y lo que se repite en la obra de Ligotti, como pregunta machacante es: ¿existe algo más temible para una sociedad hedonista como la nuestra que el enfrentamiento definitivo con la corrupción y la muerte? Que vivamos en tiempos donde las cirugías plásticas y los estilos de vida sana van en aumento, que los analgésicos se fabrican en masa y que el avance de los cuidados paliativos ha llegado a plantearnos que la eutanasia debería ser libre y democrática, es un fuerte indicador que más que el temor generalizado a la muerte –desnuda y magnánima-, a lo que se le tiene real espanto es al dolor físico, a pensar en muertes dolorosas y lentas, como una destrucción intestinal tras un largo cáncer, a morir por una múltiple falla orgánica o a terminar con los brazos y las piernas como colgajos tras un accidente de tránsito. Y como coralario del dolor, también se le teme con espanto a la soledad: no en vano inundamos las redes sociales con imágenes de nuestra vida con la vacua esperanza de no sentirnos solos; somos parte a diario de un mundo tejido por ilusiones que de forma muy acertada se le conoce como redes sociales, y ya sabemos que el fin de las redes (y de las trampas) es atrapar a sus presas.

Arlequín y payaso con careta. Rafael Zabaleta (Quesada, Jaén, 1907- 1960), 1942. Óleo sobre lienzo

Payasos, marionetas, pesadillas y ruinas: Las cuatro patas de la mesa ligottiana

El irrealismo macabro, que el mismo Ligotti define, se queda corto a la hora de expresar a cabalidad su obra. Es por eso que he propuesto cuatro conceptos que como puntos cardinalespueden servir paran ordenar su obra y así permitir apreciar con más claridad los “artefactos” que diseña nuestro tétrico artesano:

Pesadillas

Desde la línea más irrealista domina el paraje de las pesadillas, en las que al autor elucubra sobre la verdadera naturaleza de éstas. En sus ficciones asistiremos a confesiones demenciales escritas por mentes afiebradasabundarán las páginas arrancadas de diarios, las digresiones en torno al horror, o las citas entremedio de un relato, y esto con el fin de dilucidar el poder y la dimensión extraña de los sueños y sus efectos en la vigilia. Relatos como El prodigio de los sueñosPodría ser un sueñoEl glamour tienen como protagonistas a narradores que, conscientes de la irrealidad de los sueños, descubren que existe una línea divisoria que, una vez cruzada, puede abrir portales, agujeros o recovecos capaces de invadir la realidad de la manera más ilógica y nefasta. El efecto de verosimilitud es provocado por medio de antagonismos: estos héroes desechos no suelen ser personas incoherentes o dementes que escarban en la cáscara vacía de lo onírico, sino que se trata de estudiantes, científicos o artistas, que de manera lógica e hiperrealista atraviesan las capas de lo realinternándose en aquellas espirales metafísicas sin retorno:

En ocasiones, durante mi infancia, los asombrosos sueños que experimentaba por las noches resultaban brutalmente vívidos y hacían que despertase gritando. (El ángel de la señora Rinaldi).

En Los sueños de Nortown, la realidad del sueño queda circunscrita a los parajes de una ciudad vacía, casi inexpresiva, en la que un estudiante experimenta pesadillas que emanan desde una zona física, desde un apartamento para universitarios destartalado, afectándolo debido a su especial receptividad y empatía. La historia toma ribetes detectivescos: el protagonista del relato nos cuenta cómo su compañero de cuarto, un tal John Quinn, entra en contacto con una agrupación desconocida hasta su pronta desaparición. ¿Dónde está? ¿Qué es organización? ¿Logra encontrarlo realmente? El relato, ya una vez finalizado, nos sigue mirando al rostro e interrogándonos.

Y es que los sueños para Ligotti tienen un componente amenazante, no están hechos de una materia inocua. Llevando al extremo las pretensiones filosóficas de quienes niegan que exista una verdad objetiva y que el universo es una construcción mental, Ligotti juega con esos mismos parámetros para llevarlos hasta el desvarío, en la que una mente racional se ve prisionera de fuerzas psicóticas que no comprende, deformando además de su comprensión y entendimiento, su propia realidad circundante.

El chico y el arlequín. Albert Roosenboom (Bruselas 1845- 1893)

Payasos

Todos hemos visto a los payasos, sabemos lo que son. Se trata de personajes histriónicos y chillones con caras pintarrajeadas, algunos más vulgares, otros más refinados. Están ahí para dar rienda suelta al show: alimentan con sus guasas y trucos a la sociedad del espectáculo. En efecto, descienden del bufón medieval, y se hermana con el saltimbanqui: hereda de los primeros la habilidad de la imitacióny de los últimos las acrobacias y el malabarismo. Pero ¿qué es realmente un payaso? En La última fiesta de Arlequín, asistimos a la investigación de un folclorista, un antropólogo especialista en payasos, quien se interna en un Estados Unidos profundo de clases populares, para asistir a una festividad en la localidad de Mirocaw, una suerte de “fiesta de los locos”. El relato, una de las grandes joyas de su bibliografía, guarda un fuerte paralelismo con La sombra sobre Innsmouth de Lovecraft, principalmente por la depuración técnica de integrar el paisaje a la psique del narrador-protagonista, relatando un viaje lleno de dudas que poco a poco se convierte en un lento y descriptivo descenso a los infiernos.

Payaso. Maquillaje. Espectáculo. ¿Cuántas veces nos hemos referido a otras personas, y no precisamente por su histrionismo, llamándolos como payasos? Bien lo saben los niños, que el payaso atemoriza no por la pesadez de sus bromas ni por sus carcajadas siniestras, sino porque ese espeso maquillaje y esas ropas imposibles que enmascaran y transforman a su portador en otra cosa. En Severini se nos cuenta la historia de un grupo de artistas que tienen como ídolo y mentor a un hombre que vive atrapado en una choza en una zona pantanosa. Y no se trata precisamente de un hombre sabio; al contrario, se trata de un sujeto que musita incoherencias como si hablara en sueños. ¿Qué clase de arte puede inspirar un loco? Es necesario que el lector indague por sí mismo, y que ponga atención a ese Museo Imaginario de obras que esta sociedad de artistas prepara.

En Atracción de feria y otros relatos aparece un misterioso escritor –o bien deberíamos decir, un payaso disfrazado de escritor- que afirma que todo en «El Mundo» es espectáculo: los imperios, la religión, incluso el sol y la materia; su interlocutor lo interroga respecto a los sueños, y el hombre, muy suelto de cuerpo, le preguntasi se refiere a la clase de sueños que tenemos despiertos,a los que disfrutamos cuando tenemos la fortuna de dormirnosFinalmente, el hombre burlón decide poner a prueba a su interlocutor, otro escritor pero mucho más joven, dejándole cinco relatos que se refieren a lo ilógico y perturbador que puede ser la realidad.

Marionetas

Las marionetas también aparecen de manera abundante como motivo en la obra de Ligotti, pero al igual que la figura del payaso, no reduce su ontología a una mera descripción de formas o símbolos; en realidad lo que sugiere Ligotti es la característica primordial de una marioneta: ser el remedo mudo y contrahecho de lo humano. La medusa, probablemente su obra maestra, cuenta la historia de unsujeto obsesionado con el horror y con las medusas, reuniendo una suerte de archivo con artículos, recortes, ensayos, frases sueltas y todo lo referente a la temática. Un ex-compañero universitario, haciendo una oferta casi mefistofélica, le dice que podría asistir a un encuentro con “su obsesión”sin tener que viajar a Grecia. El encuentro finalmente se produce; no obstante, el laberinto de espejos y las múltiples trampas que ha regado Ligotti a lo largo del relato provocan un efecto de inacabamiento muy singular, como si de pronto unos brazos imaginarios saltasen de las páginas impresas y nos agarrasen del cuello, tal como lo haría un maestro titerero.

En Los místicos de Muelenburgasistimos a otro delirio-marioneta, en la cual una suerte de taumaturgo llamado Klaus Klingman (conocido también como Maestro Marinetti, lo que nos recuerda tanto al futurista italiano, como a la palabra homófonamarionettemarioneta en inglés), postula que el universo físico se está desvaneciendo y que la naturaleza será reemplazada por cartulina, gomaespuma y otros enseres como surgidos de una maqueta cósmica.Demente velada de expiación toca el mismo motivo pero desde la arista del científico -y deberíamos agregar loco,quien acarrea de pueblo en pueblo una suerte de chatarra orgánica que presenta en cines destartalado; tal como en una feria de fenómenos, nuestro científico emite una perorata en forma de teología nihilistaintentando demostrar que en los orígenes la creación no respondió a un acto de amor bajo la tutela de un ser divino, sino que fue una blasfemia orquestada por una tétrica voz demencial.

La marioneta payaso, sin estar entre lo mejor de Ligotti, sobresale porque aúna los dos motivos repetitivos de su obrael título lo expresa a cabalidad: un dependiente de farmaciacarente de vitalidad, ve cómo ciertas noches se materializa frente a sus ojos la aparición de una marioneta pequeña, como del porte de un niño, disfrazada de payaso, que caminando de manera teatral se le acerca por las noches para hacerle diversas peticiones. Un punto alto de su bibliografía titiritesca lo encontramos con Esueño del maniquí, un relato-trampa, en la que un narrador no confiable hace una conexión, en apariencia sin sentido, respecto a sueños interconectados con la muerte, los maniquíes, la rivalidad y los grandes centros de compra.

See All. Ilustración de Chris Mars

Ruinas

Finalmente llegamos a las ruinas, entendiéndola no sólo como los residuos de una arquitectura o de una construcción, sino también como una dualidad: lo que antes estuvo completo, ahora yace inexacto, agrietado, deformadomedia vita in morte sumus (la muerte yace en el corazón de nuestra vida)dicen los antiguos cantos litúrgicosEn efecto, el concepto de ruina es modular, no sólo podemos llamar ruina a una construcción física, sino también a un estado de cosas, de ahí que sintagmas como “ruina moral” o “ruina espiritual” sean tan decidores: ahí donde antes existía un fundamento, una misión y una meta, ahora vemos disolución, desvío y degeneración. ¿No suena a tiempos actuales?

Existe una lectura muy interesante, que realiza Jorge J. Rodríguez en Thomas Ligotti y los espectros del capital, donde analiza al autor en clave marxista y economicista. No es este el espacio para glosar el ensayo ni para ponernos a citar a Marx, pero lo importante de ese trabajo es que dimensiona a Ligotti no sólo como un visionario metafísico del mal, sino que además se hace cargo de su “materialidad”. Es común que muchos críticos y lectores sólo vean su parte espectral y metafísica, historias que básicamente tratarían de hombres que entran al mundo de la pesadilla realizando disquisiciones existencialistas sobre la oscuridad y el vacío; en efecto, la suma de su obra siempre trata de hombres, hombres que llegan a conclusiones fatales, o se encuentran en un sótano con algo peor que la abominación, hombres blasfemos, ateos o descreídos, hombres ruinosos en aras de perder la cordura o ya psicóticos de plano.

El retozo narra la última conversación nocturna entre un psiquiatra y su mujer en la comodidad de su hogar. Un elemento discordante, subterráneo, se manifestará al terminar ese diálogoel profesional hace un repaso de su vida como psiquiatra en una prisión estatal, y por seguridad familiar, incluyendo a su pequeña hija, prefiere dar un paso al costado, pues el tratamiento con locos peligrosos y muchos condenados por asesinato menores, evidencia una grieta palpable, una ruina que emerge de la prisión y que incluso podría extenderse hasta la comodidad de su hogar. Así nos lo dice el mismo narrador:

Hasta entonces la casa había sido un refugio aislado y no contaminado por la prisión, una estructura imponente a las afueras de la ciudad. Ahora, la imposición psíquica de esta traspasaba los límites de la distancia física.

El relato El Tsalal narra la tormentosa relación de padre e hijo de apellido Maness (Maness, como la contracción de madness, locura), en la que el padre, un importante reverendo, hace alusiones bíblicas al antimundo y al anticristo, y a los diversos libros prohibidos, entre ellos El Tsalal, escrito por él como la ruina de un código oscuro de dioses desechos y extintos. Habría pues un eminente peligro de tipo cósmico, vaticinado en El Apocalipsis de San Juan, el fin del mundo, que vendría a representar la extinción y la ruina total.

En Nethescurial (¿un neverland de escorias?) la ruina toma la forma de un texto encontrado en los archivos de una roñosa biblioteca, pero también de un ídolo en una isla pérdida; asistimos a una reconstrucción, de significado y sentido de otra historiapero esta reconstrucción de una posible realidad oculta y de un posible culto satánico, cobra factura a su reorganizador, quien se ve invadido por la pesadilla que, al igual que una entidad surgida desde una grieta, avanza y domina al narrador hasta conducirlo a un lugar sin retorno.

La Torre roja es su relato ruinoso por antonomasia, donde escenifica el concepto llevándolo hasta las últimas consecuencias. Acá no veremos acción, ni personajes ni ningún desarrollo argumental tradicional, sólo la larga descripción de una fábrica roja de tres plantas y de puertas cerradas, abandonada, y por supuesto, su evolución, la cual partió con la construcción de objetos comunes, pasando por artículos de broma y naturaleza extravagante, hasta la fabricación serial de híper-organismos (¿cuerpos sin órganos deleuzianos? ¿La nueva carne de Cronenberg?) que aúnan lo orgánico con lo descompuestouna suerte de tumbas de nacimientoel relato es un fascinante viaje para contarnos que la fábrica pasó de un modelo utilitario y jerarquizadoa uno totalmente incoherente, tendiente a la dispersión y a la entropía. ¿No hay ya fábricas en la realidad que están planificando crear cápsulas eutanásicas para morir de forma rápida e indolora?

Hay en estos relatos de ruina una preocupación política, un alegato contra el mundo postmoderno, no porque Ligotti busque una salida ensayando doctrinas o filosofías, sino más bien, al pensarlo con detención, ocurre porque nos describe el lado oscuro de nuestra civilización: las formas de aislamiento y de autismo ególatra de sus marionetas, la crueldad absurda de las corporaciones, las familias disfuncionales, las pesadillas como residuos de mundos soñados carentes de esperanzalas creencias espirituales eclécticas (mal) copiadas a oriente sin ningún trasfondo auténtico, la alarmante carencia de vitalidad de sus personajes. Todas estas son imágenes actualesque en la prosa de Ligotti toman un cariz terrorífico, pero no mediante trucos de opereta que reactiven los miedos atávicos -como temerle a las arañas o a las inundaciones: lo que hace es describir un estado de cosas, una situación carente de esperanza, que se asemeja a esa ruina que carga consigo occidente hace décadas, una humanidad que, escindida de su pasado más cercano y de su tradición, está más que dispuesta a dar un salto al vacío. Y frente a esa conspiración contra la especie humana, Ligotti simplemente suelta las cuerdas y los obstáculos, deja que la negrura se esparza por doquier y tomando nuestras cabezas de manera burlona, nos obliga a mirar.

 

Cuentos mencionados y sus fuentes:

«En la noche, en la oscuridad» (Noctuario1994, Valdemar, 2012)

«El prodigio de los sueños» (Noctuario)

«Podría ser un sueño» (Noctuario)

«El glamour» (Grimscribe. Vidas y obras; 1991, Valdemar, 2015)

«El ángel de la señora Rinaldi» (Noctuario)

«Los sueños de Nortown» (Grimscribe. Vidas y obras)

«La última fiesta de Arlequín» (Grimscribe. Vidas y obras)

«Atracción de feria y otros relatos» (Teatro Grottesco, 2006-2008; Valdemar, 2016)

«Severini» (Teatro Grottesco)

«Los místicos de Muelenburg» (Grimscribe. Vidas y obras)

«Demente velada de expiación» (Noctuario)

«La marioneta payaso» (Teatro Grottesco)

«La Medusa» (Noctuario)

«El sueño del maniquí» (Canciones de un soñador muerto)

«El retozo» (Canciones de un soñador muerto, 1985; Valdemar, 2019)

«El Tsalal» (Noctuario)

«Nethescurial» (Grimscribe. Vidas y obras)

«La Torre roja» (Teatro Grottesco)

martes, 22 de agosto de 2023

Excritor fracasad@: sobre el enfrentamiento contra la Máquina


*Publicado originalmente en Pan Magaín, Número 4, noviembre de 2022


Se dice de mí que escribo mal. Es posible. De cualquier manera, no tendría dificultad en citar a numerosa gente que escribe bien y a quienes únicamente leen correctos miembros de su familia. 

                                ROBERTO ARLT




1. Estamos en una mala época para crear, estamos en una época en que los textos, las obras de arte, poco valen, y lo que cobra más valor que el texto es la signatura, la firma y la selfie del autor con su pedazo de cartón de hojas cosidas y las redes de contactos que nacerán a partir del gesto de publicar y, si tiene suerte, las ponencias y las charlas o talleres que surgirán en su entorno, lo que a su vez redundará en un séquito o una masa de lectores incondicionales que se postrarán ante el autor, leerán sus entrevistas y celebrarán sus ocurrencias, seguirán su vida en Redes Sociales y le pondrán like porque querrán ser cómo ellos, los elegidos. He aquí, señoras y señores, el destino manifiesto de un escritor triunfador. Pero a nosotros, que fracasamos a diario, queremos indagar en el otro lado, en el de los caballos que llegan a placé o que se rompen las patas antes de comenzar la carrera: los excritores fracasad@s.


2. «Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor». La conocida frase de Beckett, quien por cierto sí supo de éxitos —ahí tenemos en su vitrina deslumbrante sus premios Nobel y Formentor, y sus ediciones en más de quince lenguas que se suceden año a año—, sumado a un éxito arrollador entre la crítica y el público. Predicar con la panza llena no cuesta, invitar a vivir en el espejismo, mientras se está parado en el oasis, ¿qué merito puede tener?


3. La literatura es la continuación de la guerra por otros métodos, pero a diferencia de las guerras reales, con muertos, heridos y hospitales de campaña, la guerra literaria se da como juego, es decir, se da en el plano simbólico. Dentro de este marco existirían dos tipos de combatientes: los que abandonan su proyecto literario en pos de una vida mejor, y los que abandonan una vida mejor por seguir un proyecto literario. ¿Vale la pena? La cruda verdad es que ni los Estados están dispuestos a expropiar toda la literatura para preservarla (sería imposible, los recursos no son infinitos), ni los privados financiarán proyectos que no traigan consigo ventas aseguradas.


4. Los amigos al interior de la literatura deberían buscarse como amigos antes que como literatos. La literatura es un campo de batalla con sus generales y sus ejércitos. No existe nada menos colaborativo que la literatura: adentro abundan las traiciones y puñaladas, envidias y resquemores. No en vano existe una larga tradición de escritores soldados (Cervantes, Ercilla, Musil), que a su vez tienen como antecedente literario a Homero, que no sabemos si fue soldado, pero que, en dos sendos poemas, cantó a la guerra y fijó las bases de una escritura «de hechos imaginarios», que fermentó durante siglos un sedimento poético y de historias hasta germinar en la actual literatura moderna, que como concepto y objeto de estudio formal ni siquiera llega a los tres siglos.


5. Con el arribo de microeditoriales y el abaratamiento de los costes, se ha conseguido democratizar la publicación de autores, pero, sospechosamente, los índices de lectoría no aumentan. Habría que preguntarse por las condiciones materiales en que estas empresas desarrollan su actividad: ¿cobran a los autores?, ¿cuánto?, ¿pagan por tener premios o por aparecer en medios publicitarios?, ¿publican lo primero que le ponen en la mesa o eligen con pinzas sus proyectos? Pero estas preguntas deberían generar otras, más acuciosas y temibles pues apuntan al trabajo escritural del mismo autor. ¿Qué valor tiene mi escritura frente a la tradición?, ¿mi obra entrega un punto de vista novedoso o diferente respecto a todo lo publicado?, ¿escribo francamente para entretener, para aleccionar, o por mera vanidad?, ¿voy a hacer talar un árbol porque creo que bajo mis parámetros lo que voy a publicar merece ser leído?


6. Hasta antes de la invención de la imprenta, e incluso durante su primer siglo de funcionamiento, los autores copiaban sus obras a mano; incluso durante las representaciones teatrales existían escribas que anotaban rápidamente lo que sucedía para luego transcribirlas en pliegos y venderlas para su representación. El caso de Luis de Góngora fue excepcional: en vida, apenas vio publicado sus versos, y en papel impreso, apenas en ediciones conocidas como selvas poéticas, una suerte de libros colectivos o compendios en los que muchos poetas dejaban impresas partes de sus obras. El resto de su obra circuló de mano en mano, en copias manuscritas, y la impresión, que le fue muy esquiva, apenas se materializó en la etapa final de su vida.


7. ¿Cómo fue posible que un escritor casi sin publicaciones siguiese impactando cuatro siglos después?, ¿dónde está la cuestión numérica?, ¿dónde está el fracaso?, ¿cuál fue la receta de Luis de Góngora?, ¿fueron más amigos de Góngora Sor Juana Inés de la Cruz o Lezama Lima, que sus propios contemporáneos?


8. A los futuros excritores fracasades en los talleres de excriture, nunca les dicen que la literatura está llena de mártires, pero también de prisioneros, muertos y locos, sobre todo de locos suicidas. No vaya a ser que la clientela se espante.


9. Se avizora un futuro posestatal (que es el verdadero posapocalipsis) en que los Estados nacionales se fragmentarán en colonias o quedarán sujetos al capricho de corporaciones. El excritxr, además de hacer gala de su ignorancia adoptando modas ortográficas e ideológicas, tendrá que adoptar nuevas estrategias para su supervivencia: asistir a ferias, dictar talleres, convertirse en youtuber, y usar tácticamente las Redes Sociales, es algo que ya se estila. En un futuro sin Estados, la única soberanía recaerá en el poder del dinero, y la mercantilización de la obra dependerá exclusivamente de las redes de contactos y de la imagen que transmita el excritor: tener cuentas en PornHub y Onlyfans son interesantes nichos a los que podrá abocarse.


10. Y. Dónde. Están. Los. Textos. Dónde están. Dónde Están los. Textos. Párrafos cortos, nada de frases subordinadas y barroquismos, hay que escribir plano y rápido, en fácil, que la experiencia sea homologable a un videoclip, no vaya a ser que los lectores se aburran. Fácil, y con escenarios reconocibles y periodos históricos: si se excribe desde Chile hay que hacer un repaso a la Dictadura, la Transición y la literatura de los hijos.


11. Nichos. Todos son nichos. Y nicho huele a yeso, a hoyo. Nicho es una palabra blanca y olorosa que remite a cementerios. Un ejemplo de nicho: un excritor irá al pueblo más desconocido del mundo, y podrá escribir una obra ambientada ahí mismo, por lo que asegurar el 10 % en ventas del total de la población de ese hipotético pueblo, no es descabellado. Si ahí viven diez mil habitantes, un tiraje de mil copias podría acabarse en un año, o inclusive podría llegar a una segunda o tercera o cuarta edición, si edita de a 200 o 300 ejemplares.


12. Con el tiempo, incluso antes de muerto, puede que el excritxr sea declarado hijo ilustre o termine bautizando el nombre de alguna callejuela o plazoleta.


13. ¿Y dónde están los textos? Naufragando, debatiéndose contra los monstruos marinos colosales en una contienda desigual; a Moby Dick le bastará con un solo movimiento de su cola para quebrar cualquier librito pretencioso, y el gran Cthulhu, con un solo chapoteo y un batir de olas, arrojará cientos de textitos contra un arrecife repleto de joyas y animales milenarios.


14. El tiempo corroe a la escritura, al grado tal de volverla ininteligible, apolillada y muerta. Y no habrá monjes encerrados en monasterios rescatando la memoria de la tribu. El pobre texto fracturado, enmohecido, aleteando con dificultad frente a la isla del Diablo, recibirá desde un ángulo desconocido el certero golpe de la crítica, arpón macilento o poderoso, pero golpe al final, que será la demolición certera proyectada desde las sombras más gélidas y terroríficas del Señor Inexistente, ese ente capaz de mover su capa y su sombrero para borrar al texto de la faz de este mundo y condenarlo a las mazmorras de los libros de saldo que nadie quiere o busca, a los nichos donde vegetarán acumulando moho y polvo, o que se rematan o se regalan porque se presume (y no siempre sin equivocación) que se trata de los desechos tóxicos e inservibles que acumula la indestructible máquina literaria.


lunes, 12 de junio de 2023

NOTAS SOBRE LA LITERATURA FANTÁSTICA ESPAÑOLA *

 *Publicada originamente en Revista Ciudad de los Césares N°135



“Estas robustas matriarcales encinas castellanas, de secular medro, que van siendo sustituidas -¡lástima!-por esos pinos quejumbrosos

Miguel de Unamuno

1.

La literatura española no se desarrolla ni deja sus mejores frutos hasta el fin de la reconquista y el proceso de unificación de los reinos, con la expulsión de los moros y la consiguiente expansión imperial en América. Hay un paralelismo, entre apogeo y decadencia histórica que se trasluce en las letras: es en el Siglo de Oro donde la literatura española esplende con su máxima originalidad, y es sabido que después del oro viene el crepúsculo con la consiguiente oxidación de metales menos nobles. ¿Cómo y en qué medida penetró lo fantástico en el ámbito español y cuál fue su legado?

2.

Existe una gran distancia entre las primeras ideaciones de lo fantástico (con Nodier y Poe a la cabeza) y los primeros escritos de corte fantástico, que ya aparece en estado avanzado con Homero y su mundo de héroes, dioses y semidioses agónicos. La definición genérica de lo fantástico es conocida: se trata de la irrupción de un elemento sobrenatural en la realidad que representa la ficción, pero junto a Ignacio Valente decimos “no confundir fantástico con maravilloso”, pues como remarca el padre chileno, donde lo fantástico implica una transgresión de los límites de una realidad, tornándola extraña y asombrosa, en lo maravilloso es normal volar, transformarse en conejo o respirar bajo el agua; clarificamos, porque el fin de estas notas es pensar en torno a lo fantástico —y no en lo maravilloso—, en un tiempo acotado, desde la formación de los primeros reinos castellanos, hasta el fin del Antiguo Régimen, coronado con la Revolución Francesa y la posterior disolución del imperio español.

3.

Cabe preguntarse: ¿qué era para el hombre medieval (o del Antiguo Régimen) lo fantástico y la realidad? No es casualidad que la teorización de lo fantástico tenga pocos siglos de desarrollo, pues sus matrices se configuran con el auge del iluminismo ilustrado del siglo XVIII, momento en que surge una nueva razón que expulsa a Dios del paraíso de la filosofía natural, ya sea por vía protestante (la teología de la cruz luterana que impide cualquier conocimiento fuera de Dios), o por la vía atea e iluminista, donde lo irracional se convierte en un enemigo, en una amenaza que impide comprender a la naturaleza y al cosmos, ya no más como emanaciones o manifestaciones divinas, sino que ahora como máquina o mecanismo de relojería que solo la ciencia puede desentrañar. Contrario a lo que afirmaban los ilustrados—con altas cuotas de desprecio—, el hombre del Antiguo Régimen sí tenía una razón definida, sabía diferenciar claramente entre historias que eran pura entretención y los hechos reales, con la salvedad de que no dudaba de la divinidad de Jesucristo y su ascensión a los cielos, y tendrá por verdaderos los milagros de los santos. El hombre (pos) moderno destierra a la religión del campo del saber por considerarla oscurantista, y en su lugar pondrá a la ciencia, la única vía posible de conocimiento, junto a la democracia (de todo pelaje) como único método de ordenación política en el mundo.

4.

“Sin límite real”, fue el eslogan del Congreso Futuro celebrado en Chile durante enero de 2023, que más que una asamblea de sabios para discutir el presente y el futuro de la humanidad, se trató de una maquinaria política financiada por ONGS y empresas privadas para imponer sus agendas y sus métodos de ingeniería social para amoldar y direccionar el trabajo científico, en consonancia con los intereses de una élites globalistas. Cabe preguntarse: si no hay límites (de lo real) entonces, ¿todo está permitido?

5.

El mundo del Antiguo Régimen no operaba “sin límite real”, sino que a la inversa, funcionaba “sin límite fantástico”: la razón se limitaba a los espacios observables, demarcados por un avance acumulativo que dominaban las gentes doctas, y los descubrimientos se instalaban en un horizonte que tardaba décadas en ser admitidos como verdades por el pueblo llano. Lo que no se podía cuantificar y observar no era desechado, como lo hace el hombre moderno, sino que al revés, era reinterpretado de manera simbólica, ya sea a través del pensamiento religioso (mítico) o poético (alegórico): fuera de la realidad observable podían existir islas voladoras y monstruos, o Dios se podía manifestar violando las leyes de la realidad, no porque la realidad careciera de límites (al contario, estaba muy demarcada), sino porque la imaginación y lo fantástico convivían con la realidad y se introducía en ella: los fenómenos eran susceptibles de ser explicados, pero a nadie se le ocurría que mediante la sola razón todo podía ser explicado.

6.

¿Qué duda cabe que a fines de la Edad Media no operaba la razón, si fue la época en que se desarrolló la navegación como nunca antes, sumado a otros inventos como el astrolabio, el cuadrante, el cristal o los relojes mecánicos? Los errores de cálculos —que los había, los hay y habrá—podían terminar en naufragios, por lo que el navegante además de encomendarse a un santo patrono, también debía encomendarse a su ingeniero. La imprenta, otro invento a mitad de caballo entre la Edad Media y la Edad Moderna, posibilitó dotar de un nuevo estatuto a la literatura, que saltó de la oralidad y del púlpito con los exemplum de los sacerdotes (historias fantásticas aleccionadoras que se relataban a los fieles en misa), a la confección en serie en formato mayor de los Libros de caballerías, esos mismos que enloquecieron a Don Quijote, no sólo por sus historias desbocadas de inmenso heroísmo religioso, sino también por su hechura en tapas de cuero y sus bellas ilustraciones interiores y letras capitales.

7.

Ya con la entronización de Alfonso el Sabio  (1221-1284) existía en la Península una gran afluencia de culturas, principalmente judíos, moros y cristianos, aportando desde sus diversas tradiciones saberes y relatos orales que serían el sedimento del posterior desarrollo artístico y científico. Obras castellanas del siglo XIII como el Barlaam y Josafat, o Calila e Dimna van más allá, pues se trata de reelaboraciones de textos de la India y del Lejano Oriente que se remontan a la aparición de Buda, cristianizados para adaptarlos al gusto local de la época, con relatos donde asistimos a la transfiguración de un ratón en mujer, fábulas de animales parlantes (en la mejor tradición de Esopo) o la historia[1] que prefigura en un milenio a Kafka en la cual existe un reino donde todos los años coronan a un rey plenipotenciariamente, para luego despojarlo y lanzarlo desnudo a una isla, donde van a caer todos los otros reyes desechados. Esta conjunción de tradiciones y saberes fue única en su tiempo y en el mundo, lo que posibilitaría en gran medida que siglos más tardes se desarrollara la literatura más poderosa y original de la historia con el Siglo de Oro, que más que una confluencia de genios de manera espontánea, se trató de un largo proyecto político y de conformación de un imperio, junto a otros sedimentos artísticos y científicos que fermentaron, dando su savia.

8.

Otro afluente importante es la religión católica, especialmente con las vidas de santos y los Libros de caballerías ya mencionados. “Libros” y no “novelas” porque conceptualmente aún no aparecía la novela moderna; se trataba de creaciones renacentistas que se desarrollaron con la imprenta y que estaban escritos con un lenguaje arcaizante para recrear una Edad Media idealizada; se estructuraban de manera similar a las crónicas, como se les conocía a las historias verídicas frente a las narraciones inventadas, y por supuesto, estaban salpimentadas con hechos fantásticos que relataban con lujo de detalles la oposición entre el bien y el mal, en la que el demonio y sus huestes se enfrentan contra los representantes de la luz, y en la que el andante caballero, a imitación de Cristo, debía liberar o destruir algún mal que aquejaba a alguna viuda, a un pueblo o a un reino entero.

9.

Jardín de Flores curiosas, de Antonio de Torquemada (1507-1569), amplía el mundo de la fantasmagoría y de los espíritus. Se trata de un libro misceláneo, una suerte de repositorio de fantasías. En el relato Visiones o fantasmas que vio el hidalgo Costilla patentiza que la existencia de seres de ultratumba no era creído a pie juntillas: ante las apariciones en la bruma de un jinete misterioso, el narrador nos explica que fantasma deriva de la palabra “fantasía”, y que la explicación de aquellos fenómenos podrían remitirse por algún humor melancólico, un eufemismo para llamar a la locura.  Otra narración, El oficio de un difunto es una auténtica obra maestra en la que se nos relata los amoríos de una monja con un noble—y nótese que fue escrito en pleno apogeo de la Santa Inquisición– quienes consuman su amor en el mismo monasterio a altas horas de la noche; en uno de sus tantos escarceos, el noble no encuentra a su amante y en su lugar se topa con un grupo de frailes con las candelas encendidas y en actitud piadosa, afirmando que velan a un difunto: el muerto es el mismo noble, quien como atrapado en una pesadilla, asiste a su propio entierro.

 

10.

La fe católica, tan presente en los autores del Antiguo Régimen, y con los tribunales de la Inquisición encima, no fueron impedimentos para ilustrar en toda su magnitud al pecado. Juan Pérez de Montalbán (1602-1638), contemporáneo de Cervantes, no tuvo ningún problema en narrar el incesto de una madre con su hijo en La mayor confusión, en plan realista. Pero la moral y el vicio, no le fueron ajeno al mundo fantástico, como ocurre con La peregrina historia de Ludovico, del mismo autor. Trata de un hombre ocioso, adicto al juego y a la buena vida, quien secuestra del convento a una monja, prima suya para colmo de males, a quien enamora tras galanteos y requiebros, escapando con ella para luego obligarla a la prostitución con tal de conseguir algún dinero. La abyección de Ludovico no tiene límites: de jugador, vicioso y vividor de mujeres, pasa a asesino a sueldo, pero la aparición de una figura de ultratumba le carcome la conciencia de tal modo, que opta por desandar su camino criminal buscando refugio y perdón en un convento, historia que transmite de manera ejemplar el don de la redención, aunque se haya tenido una vida obscena y descarriada.

11.

Los grandes del siglo de Oro, Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina, Quevedo o Góngora, introdujeron elementos fantásticos en sus obras, aunque por supuesto, son estudiados y reconocidos como clásicos, y a muy pocos se les ocurriría ubicarlos como antecesores del fantástico moderno. Pero hay otros nombres: ¿quién recuerda a María de Zayas Sotomayor (1590-1647), autora de novelas truculentas con aparecidos, ritos satánicos y locura vesánica que habrían querido escribir un E.T.A. Hoffmann o un Maupassant? ¿O Fray Pedro Simón (1574-1628), quien imaginó monstruos devoradores de hombres en Las Amazonas y otras fantasías? La misma literatura caballeresca ha sido desahuciada  —salvo honrosas excepciones—del estudio de los clásicos[2], y ni qué decir de reediciones, esporádicas y aisladas, obras que perfectamente podrían rivalizar en cuanto invectiva e ingenio con otros autores anglosajones, que en la actualidad abarrotan las librerías y lideran las ventas.

12.

El desarrollo de la literatura fantástica anglosajona tiene sus raíces fantásticas ya desde Shakespeare, con sus sombras, brujas y fantasmagorías, imbricación que sin duda potenció e inspiró a otros autores determinantes en las letras universales. ¿Y España? A vuelo de pájaro podríamos decir que no produjo una literatura fantástica importante, desarrollando con más potencia otras expresiones, como la picaresca o la pastoril, desembocando en los últimos siglos en un realismo de corte naturalista que ha proyectado su sombra hasta entonces: estas notas lo desmienten, pero el camino es arduo. No fue el caso de Hispanoamérica, más receptiva a influencias francesas e inglesas, la cual sí desarrolló una literatura fantástica reconocida, que como estrategia de marketing fue bautizada de manera insulsa como realismo mágico, literatura que tuvo como máximos exponentes en el siglo XX a Rulfo, Borges, García Márquez o Lezama Lima, por nombrar a algunos, pero que en términos generales, se trata de una literatura que aún no termina por germinar ni de ofrecer sus mejores frutos, acaso porque todavía, como hispanoamericanos mal conceptuados como latinoamericanos, seguimos admirando los pinos foráneos sin ver la exuberancia y el frescor de la sombra que producen las encinas castellanas.

 

Bibliografía básica recomendada:

Alvar. C y Lucía Megías. J.M. (2016). Libros de caballerías castellanos. Una antología. España: Penguin Clásicos.

Ariza, M. y Criado N. (1998) Antología de la prosa medieval. España: Biblioteca Nueva.

González de Vega. G. (2015) El Demonio Meridano. Cuentos fantásticos y de terror en la España del Antiguo Régimen. España: Miraguano Ediciones.

González de Vega. G. (2017). Doncellas y dragones. Antología de cuentos de los libros de caballerías. España: Miraguano Ediciones.

Rodríguez de Montalvo. G. (2008). Amadís de Gaula. España: Cátedra

Lacarra, M.J. (2012). Cuentos de la Edad Media. España: Castalia Ediciones.

Viña Liste, J.M. (2001). Textos medievales de caballerías. España: Cátedra.



[1] La historia aparece en español moderno con el título “El rey por un año” en Cuentos de la Edad Media, Castalia Ediciones (2012) al cuidado de María Jesús Lacarra.

[2] El sitio www.cervantesvirtual.com cifra en 75 los libros pertenecientes al género, de los cuales apenas un puñado, como Amadís de Gaula, Tirante el Blanco o El caballero Zifar cuentan con ediciones regulares. Hace al menos una década, el Centro de Estudios Cervantinos de Alcalá de Henares ha emprendido la hazaña editorial de reeditar otras obras, pero su alcance y difusión ha sido limitado, sobre todo para esta parte del mundo.


lunes, 6 de febrero de 2023

Kafka y El Lejano Oeste*

*Una versión más breve apareció impresa en la revista La Gata de Colette Nº33, diciembre de 2022.



¿Qué tiene que ver Kafka con el western?

1. La literatura se parece a los caballos, en el sentido de que se desplaza, se transmite, y con cada cultura en la que entra en contacto surge una nueva especificidad en su uso. El caballo más famoso de la literatura es el caballo de Troya: ingresó al mundo griego de la mano de Homero, pero su mención en la Odisea es casi una elipsis. Con Virgilio, la historia del caballo de Troya toma mayor cuerpo y se entiende mejor dentro de su contexto trágico.

2. Antes de la revolución de los transportes terrestres, por más dos mil años el caballo se plasmó a lo largo de la historia literaria desde los antiguas unidades militares, pasando por la caballería andante, hasta las modernas carrozas, rústicas o pomposas, según el ámbito.  La irrupción del tren en el siglo XIX y del automóvil en el XX señala un corte en los usos, pero curiosamente fue el género del western, escrito principalmente en el siglo pasado, el que rescata la figura del hombre a caballo. 

3. El cowboy, enaltecido primero por los escritores realistas estadounidenses y más tarde definido por la literatura popular, representa un corte vertical respecto a los arquetipos de origen anglosajón que definieron la gestación de la nación estadounidense: el banquero o el negociante son sus figuras centrales, y eso lo calibraron muy bien los escritores ¿a quién le va a importar la vida de un banquero o de un negociante? El mundo hispano tenía ejemplos abundantes de aventureros y buscavidas con el caballero, el misionero o el santo, y es en esa comparativa es que se erige el cowboy, quien tiene un poco de caballero, de misionero y de santo. El cowboy  ejemplifica lo mejor del american dream y el ethos promovido por sus padres fundadores: es libre, se rige por el honor, y es valiente.

4. Prestaciones, movilizaciones, desplazamientos: sin el Ciclo Artúrico y las leyendas reescritas por Chrétien de Troyes, la literatura caballeresca española estaría incompleta, y sin ella, no habría sido concebido jamás Don Quijote. Por lo mismo, sin la figura del caballero hispano en la época de la expansión del imperio, no se hubiese fraguado el cowboy, la figura mítica que, como un caballo, saltó de las páginas folletinescas al cine (Ford, Rowland, Walsh), llegando a la cúspide y crepúsculo con los maestros italianos (Leone, Fulci, Borbone). No es una casualidad tampoco, que durante la época franquista, el género del oeste fuese escrito por hispanos, como los americanizados nom de plume Silver Kane o Lafuente Estefanía, escritores populares que trabajaron en formato de bolsillo. Le duela a quien le duela, los vaqueros son tan gringos como hispanos, más aún si consideramos que históricamente fueron los conquistadores españoles quienes introdujeron al caballo, y sí, incluyendo los territorios de las colonias británicas en América.

5. Y ahí, entre gringos e hispanos, tenemos a Kafka. ¿Existe alguien menos caballuno y del Lejano Oeste que Kafka? Pero cuidado, no siempre recordamos con nitidez a los autores. Un texto muy breve del escritor checo: “El deseo de ser un indio” (publicado en 1913 y tomado de Cuentos Completos de Valdemar) dice así:

Si pudiera ser un indio, ahora mismo, y sobre un caballo a todo galope, con el cuerpo inclinado y suspendido en el aire, estremeciéndome sobre el suelo oscilante, hasta dejar las espuelas, pues no tenía espuelas, hasta tirar las riendas, pues no tenía riendas, y sólo viendo ante mí un paisaje como una pradera segada, ya sin el cuello y sin la cabeza del caballo.

¿Un retorno a la infancia? ¿La extinción de los indios que solo pueden cabalgar imaginariamente? ¿La extinción del caballo real que se sobrepone al imaginario?

6. En los relatos de Kafka abundan los caballos. A veces como decorado del paisaje (carretas o caballos pastando), otras, como parte central del relato. En El estudiante con ambiciones, el núcleo del cuento se centra en el caso verídico de Los caballos de Elferbeld, y que ocurrió así: el alemán Wilhem von Osten, a comienzos del siglo XIX, llevó al extremo el adiestramiento equino, al punto de enseñar a su caballo llamado Hans a realizar operaciones básicas que el equino marcaba con el golpeteo de sus cascos. La fama del caballo se extendió por toda Europa, que redundó en que una serie de sabios se reunieran para analizar el caso. ¿Era superchería o el caballo realmente sabía resolver operaciones matemáticas? Un ricachón llamado Krall compró el caballo de von Osten y se propuso enseñarle nuevas operaciones, esta vez el alfabeto y a calcular la raíz cuadrada. En el relato kafkiano, todo ocurre de manera paradojal y calculada: un joven de provincias elabora un plan para determinar qué ocurrió realmente con los caballos de Elferbeld, pero el primer escollo que debe sortear es que los recursos que necesita para su investigación no le permitirán continuar con sus estudios. Sus pobres padres, quienes financian sus estudios, son engañados por el joven, engaño que considera como “un sacrificio”, en pos de la investigación científica. El agujero se abre al final del breve relato cuando la investigación ya se está casi consumada: ¿podrá un joven inexperto –que ha dilapido sus recursos en una investigación— y sin contactos, probar ante una comisión de expertos sus resultados?

7. ¿Kafka habrá leído novelas de vaqueros? Eso tendría que responderlo algún especialista. Lo que sí sabemos es que Kafka fue un cinéfilo de toda la vida, como lo demuestran sus diarios; incluso existe el libro Kafka va al cine de Hans Zischler publicado en español por Minúscula, donde se realiza un estudio profundo por la pasión cinéfila del padre de La Metamorfosis. ¿Habrá visto películas ambientadas en el Lejano Oeste? Es posible, entre la década del 10 y del veinte del siglo pasado, se produjeron al menos unas 200 películas, muchas de las cuales una vez exhibidas eran quemadas o abandonadas, sin conservarse las copias originales, situación kafkiana por donde se le mire.

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