martes, 22 de abril de 2025

Escritor: si quieres ser famoso, dedícate a cantar*

Publicado el 2 de marzo de 2023|006 (Revista Nº 6), Autor: Pablo Rumel Espinoza, Más literatura

                                                                          *António Lobo Antunes


¿La soberbia o la humildad? Sin reducir a falso dilema, tarde o temprano, quien escribe y ve rendir sus frutos, llámense publicación en una multinacional, galardón literario, entrevista en un medio prestigioso, contratación de un agente, traducciones a otras lenguas, se ve preso de la (im)postura que casi siempre le resulta fatal: o es soberbio o es humilde.


Y ahí está el quid del asunto. Es fácil detectar a un fanfarrón que quiere pasar por humilde: en lo íntimo no considerará a nadie, salvo a él mismo como el Elegido Único por el Azar o el Destino, agasajará con cumplidos a los que correspondan —siempre con mucha estrategia—, no insultará ni menospreciará la obra de alguien que está más arriba y que pueda abrirle las puertas, golpeará como a un mono porfiado al más débil, evitará entrar en controversias que no le reporten ningún beneficio; en suma, asumirá la mascarada de lo políticamente correcto, porque sabe que la tiranía del pensamiento único podrá aplastarlo ante el menor movimiento, así es que nada de ir en contra del feminismo o de los valores democráticos, no vaya a ser que le abran un expediente y le arruinen la carrera del escritor.


Miramos con más simpatía al escritor desfachatado quien, soberbiamente, no le interesa dejar títere con cabeza ni quedar bien con nadie, respondiendo las preguntas más insólitas con frases que en otro lugar del mundo podrían costarle la cabeza o, por lo bajo, una buena temporada en la cárcel. Pero no nos engañemos: aquella postura solo la toleramos en alguien que ha sido campeón del mundo, o que estando muy cerca, ya ha sonado varias veces como candidato al Nobel y no hay premio de medio pelo que no le hayan entregado. Así, vemos a este asesino quien, sin despeinarse, acribilla desde su pedestal de manera inmisericorde, y nosotros nos quedamos alelados ante tal despliegue de insolencia. Pero ver a alguien que recién se está abriendo al mundo, y toma una actitud así, provoca el efecto contrario; es como asistir a la ridícula rabieta de un caniche de treinta centímetros ladrando y enseñando los dientes. Más que temor, despierta la risa. O en el peor de los casos, ternura.


Pero ya sabemos cómo terminan los engreídos, como bien se ilustra en el Amadís de Gaula con Dardán El Soberbio: ahogados en su propia cizaña. Y cómo no recordar uno de los pocos discursos que brindó Faulkner, cuando dijo que un joven en su país podía conseguir el éxito con demasiado poco esfuerzo, pero que la falta de experiencia y de humildad le dificultaban gestionar este éxito, redundando en que ese joven exitoso terminaba naufragando en sus propias aguas de la victoria.

Y es que es así: la distancia que separa a un fracasado de un exitoso no son sus premios ni sus reconocimientos, sino la humildad y la entereza con la cual tiene cada uno —el fracasado y el exitoso— para gestionar su éxito o su fracaso, por lo cual no es raro encontrarnos por la vida lleno de exitosos fracasados, y fracasados que han sabido gestionar sus derrotas, convirtiéndolos en unos exitosos. Y probablemente la fuerza motriz que permite al fracasado sobreponerse y no hundirse para siempre en el fango de la derrota, sea la humildad.


Pero no crea el desatinado lector que vindicar a la humildad quiere decir que estemos propugnando un estilo de vida rayano con la indigencia pues ,como bien distingue el monje Benito Jerónimo Feijoo, donde hay una Fortuna Soberana, que se ejemplifica en el que lo tiene de todo a raudales y le sobra, también hay una Alta y Humilde Fortuna, para quien los manjares no le sobran, pero tiene para sí todo lo necesario para desarrollarse, y lo que se necesita para crear una obra que resuene, además de un cuarto propio y una inteligencia despierta, es la paciencia, y ya sabemos que el soberbio quiere todas las cosas ahora y para sí, en cambio el humilde sabe esperar, sin la necesidad de tener que convertirse en una víctima de la espera ni en el centro perpetuo del universo.


Una nota adicional: ¿qué puede hacer la escritora argentina más top del momento o el escritor más inteligente y guapo del mundo como influencer frente al cantante de trap más humilde de la historia? Nada. Es cosa de mirar las redes sociales. Donde los campeones de la escritura no suelen superar a lo sumo los 3.000 likes entre todos juntos, cualquier mocoso en ropas menores con un micrófono supera ampliamente los 100.000. Así es que, querido escritor, si estás leyendo esto y quieres ser famoso y ganar plata, ya sabes por dónde empezar.


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