Editorial LOM
Líneas así, sumado a los abiertos
ataques y ridiculización contra los bolcheviques, habrían provocado el
fusilamiento inmediato del autor ruso (como ocurrió con sus contemporáneos
Boris Pilniak e Isaak Bábel), pero la simpatía que profesaba Stalin con el autor ruso lo salvó del paredón, aunque sus últimos años fue víctima de un
hostigamiento sistemático. De hecho, la novela que comentamos fue censurada
y sólo circuló de forma clandestina entre las amistades del escritor (no se publicaría oficialmente hasta
1987).
Corazón de Perro. Mijaíl Bulgákov
Traducción de Cristina Varas Lorenzo. 155 páginas.
Hubo una época legendaria en que las obras de los escritores eran revisadas con lupa por la censura: el peso gravitacional de una pluma reconocida era capaz de activar los servicios de inteligencia, y es conocido y sabido que muchos creadores sufrieron persecución, prisión, tortura e incluso la muerte, no sólo por el contenido de sus obras, sino por sus aproximaciones (y lejanías) a la política o al régimen de turno.
Hubo una época legendaria en que las obras de los escritores eran revisadas con lupa por la censura: el peso gravitacional de una pluma reconocida era capaz de activar los servicios de inteligencia, y es conocido y sabido que muchos creadores sufrieron persecución, prisión, tortura e incluso la muerte, no sólo por el contenido de sus obras, sino por sus aproximaciones (y lejanías) a la política o al régimen de turno.
En efecto, se creía (y los hechos lo confirmaban) que un
escritor o un artista podía abrir conciencias, sacar del letargo, mover masas, y
ello podía redundar en que una figura se transformáse en enemigo público. En la actualidad cuesta encontrar a escritores que sacudan o impulsen movimientos; esa figura del artista como intelectual y agitador, de señores o señoras dispuestos a fulminar las buenas consciencias con sus libros, es más parte del imaginario cultural y del pasado que del presente mismo. “Que escriban y que publiquen lo que quieran”, parece decir
la consigna neoliberal de los tiempos actuales, pues ¿quién los va a tomar en serio?, si
al noventa y nueve por cierto de la población mundial no le interesa ni el arte
ni los libros, y menos el pensamiento. ¿Es un tema de valentía? ¿De falta de canales para que un artista logre transmitir un mensaje incendiario?
Pero no hay que engañarse ¿por qué un artista o un escritor, tendría que transformarse necesariamente en el activista político de alguna causa? Ahí existe una trampa mortífera: Kafka no le mandó un garrotazo a nadie (aunque existen biografías que lo han querido unir con movimientos anárquicos o libertarios), y revolucionó para siempre la literatura. Pero en el caso de que un escritor busque apoyar o desautorizar regímenes políticos, no es dable preguntar también: ¿quién
en su sano juicio querría que lo llevasen preso o a juicio por escribir alguna
obra que atente contra el Estado o la moral? Ricardo Piglia lo miraba desde una
perspectiva interesante. En sus múltiples entrevistas y discursos, alguna vez deslizó
la idea de que soñaba con crear un libro para que lo metieran preso; ello
sería la prueba irrefutable de que se trataba de una obra explosiva, una obra,
como dijera el mismo citado Kafka, que fuera como un hacha que rompiese el mar helado interno
que nos aturde. De ahí que la tipología arbitraria del escritor argentino cobra mucho sentido: si la obra es el crimen, el escritor el
asesino (porque perpetra el crimen y esconde las huellas), la crítica por
excelencia sería la policía, porque delimita, confisca, aísla, pasa por examen.
Otros tiempos, otros crímenes, otras policías
El hostigamiento de gobiernos de
derecha hacia escritores de izquierda, y de gobierno de izquierda a escritores
de derecha, no fue una idea patentada por las dictaduras castrenses o
soviéticas. Probablemente se inicia en los tiempos de la Inquisición, con los autores de libros de brujería o tratados heréticos, aunque ya nos alerta la historia que el emperador chino Shi Huangdi (260 a.C-210 a.C), mandó a quemar libros que contradijesen la grandiosidad de su imperio, y ello también implicó la muerte de intelectuales y artistas. La Unión Soviética fue, tristemente, un periodo de la historia rico en ejemplos de persecución contra artistas e intelectuales.
El caso de la URSS fue un caso especial: fue una época que coincidió con un despliegue y una inversión sin precedentes de los experimentos científicos, probablemente surgiendo como un nuevo ethos, un nuevo zeitgeist, o paradigma, que buscaba reemplazar a la religión por la ciencia, transformando ésta última en el dogma que edificaría al nuevo hombre, adoctrinado en las nuevas creencias que suplantarían toda “esa tontera religiosa” para dotar a sus ciudadanos con nuevos horizontes. No en vano, libros como la Biblia, El Corán o la Comedia de Dante, fueron prohibidos, requisados y sacados de circulación.
El caso de la URSS fue un caso especial: fue una época que coincidió con un despliegue y una inversión sin precedentes de los experimentos científicos, probablemente surgiendo como un nuevo ethos, un nuevo zeitgeist, o paradigma, que buscaba reemplazar a la religión por la ciencia, transformando ésta última en el dogma que edificaría al nuevo hombre, adoctrinado en las nuevas creencias que suplantarían toda “esa tontera religiosa” para dotar a sus ciudadanos con nuevos horizontes. No en vano, libros como la Biblia, El Corán o la Comedia de Dante, fueron prohibidos, requisados y sacados de circulación.
Corazón de Perro (1925) de Mijaíl Bulgakov, siendo una obra
menor (¡pero vaya qué obra menor!), captó con mucho cinismo y agudeza aquel momento, retratando por medio de la sátira un culmen de acontecimientos
históricos que se desarrollaban con inusitada velocidad en la URSS, y que
recaían en la creación de un nuevo Estado con el revolucionario socialista a la
cabeza.
El ideal científico de la revolución |
Como en la farsa teatral, los
personajes de Corazón de perro atraviesan el libro a tropezones, hay confusiones de géneros (una
mujer es vista como hombre) , hay amenazas veladas y explícitas contra
cualquier gesto contrarrevolucionario, hay momentos carnavalescos que muestran
las diferencias entre los socialistas, la gente de la calle y los
intelectuales, e incluso hay una escena muy peculiar en la que un comité
comunista busca expropiar algunos cuartos de una consulta médica, por
considerar exagerado que un médico tuviese mucho espacio para tratar a sus
pacientes. ¿Suena conocido? Todo, en nombre de la igualdad y del programa revolucionario.
Corazón de perro fue efectivamente censurada en su época (1925), pero logró sortear la censura gracias al método del Samizdat, como se le denominaba a toda la literatura requisada por el régimen, circulando de forma clandestina en formatos alternativos, como mecanografías artesanales o incluso copiadas de puño y letra. La novela fue considerada como peligrosa, no sólo porque satiriza un
momento político, no sólo porque tenga una fuerte vocación de documentar una
época, sino también porque recurre a la especulación científica con fuertes
reminiscencias del moderno Prometeo de Frankestein,
vaticinando lo que ocurriría años más tardes en los laboratorios soviéticos: el
experimento con animales y la reanimación de organismos muertos. Los
experimentos reales del doctor Sergei
Bryukhonenko salieron a la luz pública en los años 40 a través de un
documental donde se mostraba, de forma orgullosa (porque se trataba de un avance
de la ciencia), cómo hacían latir el corazón aislado de un perro a través de
válvulas, o cómo mantenían una cabeza canina viva conectada a una máquina.
En los años 50, otro médico ruso, Vladimir Demikhov, llevó a cabo la
cruel amputación de un perro pequeño para adosarlo sobre los lomos de otro,
creando así un “supuesto” perro de dos cabezas. La perra Laika fue otro ejemplo
de crueldad en nombre de la ciencia: fue enviada sin retorno en el año 57 en un
transbordador al espacio donde habría muerto asfixiada o envenenada, según las
versiones circulantes. Todos estos hechos fueron amparados financiados y
premiados por las autoridades de la URSS, evidenciando que para ellos el
sufrimiento animal se justificaba plenamente si se trataba de alcanzar el
progreso científico.
Pero volvamos al libro. Corazón de perro parte como un cuadro
costumbrista, donde el perro Bolita, en su propia voz, nos relata sus miserias
y malquerencias por vivir en la calle, descritas como sucias, con seres humanos apáticos y deprimidos. Su suerte cambia cuando un hombre le
ofrece una suculenta comida y se lo lleva hasta un consultorio médico, donde
conviven varios científicos y criados que lo acogen con mucho cariño. Un cariño que no sería gratuito: la vida
de Bolita cambia drásticamente: de ser un perro desarraigado, se convierte en
un animal bien alimentado. No sin sorna, leemos sus pensamientos reflexionando
sobre su nueva condición:
“Soy un perro señorial, un ser intelectual, que ha probado lo mejor de la vida. Además ¿qué es la libertad? Humo, espejismo, ficción…Delirio de esos demócratas desgraciados”.
Mijaíl Bulgákov |
Siguiendo con la trama, las
verdaderas intenciones de los dueños de Bolita (a los que el perro los
identifica como dioses), quedan descubiertas cuando lo someten a una brutal
operación en la que le trepanan la cabeza y le injertan testículos humanos, con
el fin de comprobar si las hormonas secretadas por las gónadas pueden convertir a un perro en un ser humano. ¿Ese lavado de cerebro, esa transformación
bestial no hace referencia a la creación de un nuevo hombre por el mismo hombre? No nos olvidemos que Bulgákov era de profesión médico, por lo cual los detalles de la intervención quirúrgica con el perro Bolita es muy gráfico. Uno de los científicos, al ver que su experimento ha tenido éxito, reflexiona de forma casi mefistofélica:
Bolita, tras varias semanas de cuidado, comienza a mutar en humano; su forma cambia y comienza su lento aprendizaje para insertarse en la sociedad. Su desarrollo tiene muchas escenas cómicas, como por ejemplo su afán por tragarse la pasta dental o tratar con palabrotas e insolencias a los científicos que han trabajado con su organismo. Naturalmente, el punto de vista de la novela cambia, ya no es el tierno Bolita que mira con cariño o temor a sus semejantes o a sus amos, ahora, como el niño que abandona la infancia o el adolescente que se sumerge en la adultez, la transformación implica abandonar esa mirada prístina. En efecto, el humano Bolita adopta rápidamente todas las taras de los hombres, y que nos hace recordar el proverbio que dice:
"La hipófisis adaptada abrió el centro del habla en el cerebro del perruno y las palabras brotaron a chorros. Creo que tenemos un cerebro resucitado y desarrollado (...) ¡Oh, divina confirmación de la teoría evolutiva! ¡Oh, gran cadena desde el perro hasta el químico mandeleev!"
"Dale de comer a un perro tres días y te recordará por siempre. Dale de comer a un humano por tres días, y en tres días te olvidará."
Corazón de perro no sólo demuestra la engorrosa burocracia de los
nuevos estamentos creados en la sociedad rusa, sino que además escenificó el
afán enfermizo que se tuvo por crear a un nuevo hombre revolucionario, además
de evidenciar la atracción mórbida de realizar experimentos con animales, todo
en nombre de la revolución y de la ciencia.
Nabokov, en su "Curso de literatura rusa" define muy bien la censura soviética, poniéndola como "triunfadora", que supo hacer muy bien lo que intentó con poco éxito la censura zarista.
ResponderEliminarCuriosamente Nabokov prácticamente no menciona a Bulgakov, o eso creo... A ver si puedo leer alguna cosilla suya en breve.
Importante libro que traes a colación, por su visión integradora que nos da de la literatura rusa (sus pasajes sobre Tolstói y sus ideas sobre la microscopía literaria son una joya). Respecto a Bulgakov, probablemente no lo menciona porque se enfoca en los clásicos del siglo XIX; de haber cubierto el siglo XX probablemente habría puesto a Bulgákov, y quizás también a Pilniak, Babel y Zamiatin, y como no, a Pasternak. ¡Un abrazo y gracias por tu visita!
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