Editorial Emecé.
Actos de Caridad. Los dos
hombres. El Ilustre Mago: César Aira
1era Edición 2017. 192 Páginas
César Aira se ha convertido en
uno de esos escasos escritores que desestabilizan las nociones preconcebidas que
tenemos de la literatura. Así, la Literatura (con mayúsculas) que parece ser
esa máquina acorazada e indestructible que se traga a los autores y les impone
sus reglas en un loop eterno, de
repente no era tan indestructible como creíamos, ni todo estaba dicho y
escrito.
No es que Aira haya descubierto
la pólvora. Más bien la perfecciona.
Entre sus antepasados más directos encontramos a Juan Emar, escritor que
hizo una rara fusión entre el campo chileno y la vanguardia, y Raymond Roussel, que por medio de la combinatoria y los juegos
de palabras anticipó a los surrealistas franceses y a OuLiPo.
El lugar que Aira ocupa en las
letras ha dejado de ser marginal, y su radio de influencia aumenta con el
tiempo: si durante los ochenta escribía novelas breves que se auto-saboteaban
destruyendo sus premisas con finales espectaculares y giros impensados, y durante los
noventa comenzó a integrar con mayor ahínco elementos de la cultura popular (científicos locos,
robots, enanos, travestis, superhéroes, dobles), la fase más reciente de su escritura incorpora
imágenes y conceptos provenientes del arte contemporáneo. No es que sea un
escritor que siga una escritura programática; probablemente desde un comienzo
estuvo todo en Aira, pero cada época ha ido modelando y acentuando ciertos
elementos que antes eran más o menos visibles.
Emecé ha reunido 3 nouvelles de
Aira de similar extensión (60 páginas promedio), publicadas anteriormente en pequeños tirajes
por editoriales pequeñas, y que de no ser por este gesto, para el lector habría sido complicado hacerse con una de estas copias. Esto ocurre porque la tendencia
del escritor argentino es publicar en grandes y pequeñas editoriales, en
distintos formatos y tirajes, por lo que una tentativa de leer todo lo que ha
publicado se vuelve casi imposible, pues Aira no concentra en un solo
país toda su producción, dispersándose en múltiples latitudes y formatos.
Pero vamos de lleno a lo que
encontraremos en estas novelitas. La primera, Actos de caridad (publicada originalmente por la Editorial
Hueders), narra como si se tratase de un catálogo de decoración el devenir de
varios sacerdotes, quienes llegan hasta una casa en medio de un pueblo hundido en la
miseria. No obstante no se trata de un catálogo frívolo: hay reflexiones
filosóficas en torno a las necesidades materiales y espirituales de quiénes
morarán en la casa, el detalle descriptivo se conecta con un despliegue
obsesivo y microscópico de los arreglos
que van realizándose en la casa, desde las paredes, el piso, hasta la creación
de salones y todo lo que se necesita para amueblarlo y hacerlo funcional. ¿Es que vamos a leer durante el resto de la
obra descripción tras descripción del mobiliario que se despliega ante la
imaginación de uno (y varios sacerdotes) para decorar una casa y transformarla?
Sí, y no a la vez. Sí, porque tras la acumulación de detalles sobre el
desarrollo de la casa, subterráneamente se desarrolla una historia paralela no
contada, pero sí sugerida, de un pueblo de personas hambrientas y
convalecientes que necesitan de la caridad religiosa para subsistir, pero que
el sacerdote aludiendo a razones que podrían ser o no teológicas (podrían,
porque la fabulación aireana se basa en romper el verosímil recreando un mundo
ordenado a partir de la pura imaginación), posterga y posterga y posterga…
Hasta el absurdo, como en las mejores piezas de Kafka o en las paradojas de Zenón, en la que
alguien o algo intenta llegar a un destino, pero de forma razonada se interponen mil y
un obstáculos. El relato no se cierra de
forma explosiva ni inesperada, como en otras obras de Aira, sino que de forma
reposada se proyecta al infinito lo que podría ser una moraleja sin moraleja, o
un cuento de hadas sin hadas.
Con Los dos hombres entramos sin más preámbulos a la relación del
narrador con dos hombres deformes, uno con los pies gigantes y el otro con las
manos gigantes, quienes viven dentro de una casa, van desnudos, y que son
mantenidos por el narrador del relato. A diferencia de otras historias,
que comienzan en un marco híperrealista cotidiano y comienzan lentamente a
contaminarse o desbordarse hacia lo fantástico y lo imposible (siempre es un
interesante ejercicio “ver” esa transición, el hilo que se corta entre un
realismo hiperlógico y el cuento de hadas en otros de sus trabajos), acá desde
un inicio se nos presenta lo imposible de la escena. Como es usual en su
novelística, sus narradores tratan de buscarle una explicación lógica a hechos
que desafían toda lógica, deteniendo el flujo de la acción de lo narrado para
convertir en pequeños tratados o ensayos intercalados asuntos que escapan a
los mismos temas que plantea, para conectarlos con otros muy disímiles, enhebrando asuntos muy dispares de forma muy fina; en Los dos hombres, pues, aquella aberración de la
naturaleza le sirve para hablar nada más y nada menos que del arte
contemporáneo, específicamente sobre la puesta en escena de la obra de arte, ya
sea a través de la fotografía, el videoarte o el dibujo. Las piruetas narrativas de
Aira pueden chocar o sorprender al lector poco enterado y entrenado en su obra, pero para
quienes estamos familiarizados con su trabajo, volvemos a ver que su búsqueda imaginativa
siempre se encamina para abrir nuevas puertas respecto al estatuto de la novela
(cuestionándolo, anulándolo o deformándolo), poniendo en crisis las nociones de
representatividad que podemos tener respecto a la ficción.
La tercera y última novela que
cierra el conjunto es El Ilustre mago,
novela que podría estar inserta dentro de alguna especie de ciclo sobre la
auto-conciencia de César Aira como novelista, en la que él mismo se sitúa como personaje,
y en la que deja entrever sus mecanismos literarios y su particular relación
con la ficción. El argumento se puede resumir así: el escritor protagonista se
encuentra con un hombre que dice tener poderes, poderes que violan las leyes de
la realidad y que podría traspasárselos a él, con lo cual podría concluir su
anhelo de volverlo millonario. ¿La prueba? El mago, ante un alelado César Aira,
le muestra que puede convertir un terroncito de azúcar en oro puro. ¿Cuál es la
condición? No es menor, y estriba en que éste debe dejar de leer y escribir
para recibir el beneficio. Por supuesto
que el argumento no es más que la excusa para adentrarse en otros terrenos y
reflexiones, porque el libro no trata precisamente sobre un mago, un escritor y
poderes especiales, sino que se direcciona hacia el poder de la ficción y la lectura
misma, poderes que podrían estar siendo acechados o no, por fuerzas ajenas a la literatura.
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