“Procura de ir con cautela en el ver, en el oír y muchas más en el hablar. Oye a todos y de ninguno te fíes. Tendrás a todos por amigos, pero guardarte has de todos como de enemigos" Baltazar Gracián
Yoshimi Paradox es una gran
mascarada. En primer lugar, porque su trama —que podemos reducir en pocas
líneas—trata sobre la búsqueda de un personaje, una tal Yoshimi Komatsu,
bloguera de comienzos del siglo XXI, que en algún momento publicó en una gran
editorial para luego desaparecer, y en segundo lugar, porque todos los
personajes que desfilan a lo largo de las páginas del libro, están basados en
personas reales que sentaron y desarrollaron las primeras bases de la
ciencia-ficción chilena de los últimos decenios. No obstante, los trasuntos escondidos en
nombres diferentes y metamorfoseados no son identidades que coincidan
plenamente con sus referentes: hay máscaras sobre máscaras, retazos o
fragmentos biográficos. Es el poder que entrega la ficción. Si Amira se hubiese
limitado a historiar una época, habría tenido que limitarse a cotejar cada
publicación o evento en un estilo periodístico que habría empobrecido el
relato; al revés, puede alterar biografías, cronologías e introducirse en
recovecos íntimos que sin el pacto ficcional es imposible.
¿Pero qué es una máscara? Para
referirnos a ella, también tenemos que hablar del concepto de persona, porque
en sus inicios, persona se le decía en el mundo griego a la máscara que
llevaban los actores para interpretar un rol en el teatro, per-sonare, el que
suena, el que habla. No en vano decimos de alguien que es sincero porque no
actúa, es decir no lleva cera, uno de los materiales predilectos de estas
antiguas máscaras. En las sociedades preestatales, las máscaras eran utilizadas
de manera ritual por los chamanes para conectarse con entidades metafísicas o
seres espirituales, representaban una conexión, una llave, entre el mundo
terrenal y divino. Hay mucho de aquello en la configuración de una persona:
asumimos máscaras ya sea para mimetizarnos con el entorno, para seducir, para
generar temor o para adentrarse en el trabajo. Una de las imprecisiones más
grandes, por no decir falsedades, es cuando alguien dice ser siempre igual, que
se comporta y trata a todo el mundo de una misma manera, señalando esta actitud
como un valor per se. ¿Pero realmente una identidad determinada puede ser
siempre la misma persona? ¿Acaso un adulto que trata con un niño de cinco años,
y que luego va al bar para confidenciarle sus problemas íntimos a su amigo es
la misma persona, la misma máscara?
Intimidad y misterio son dos ejes sobre los cuales descansa la idea de persona. Lo íntimo, porque a diferencia de los animales y las cosas los individuos tienen una vida interna privada, y lo misterioso, porque teniendo la complejidad y el potencial creador de un Dios, somos finitos, pronto nos iremos para dar espacio a otros individuos. Yoshimi Paradox, como bien decíamos, es la búsqueda de una persona, pero también implica la fijación de una identidad. Identidad, no es un término unívoco, sino más bien análogo, porque su uso posee muchas acepciones según el contexto, podemos hablar de identidad de género o identidad nacional, lo “identitario”. En el caso de una persona, de la psique para ser más precisos, tiene como características la fijación de la existencia en el tiempo, además de tener un principio de auto- sustentabilidad. A diferencia de la idea de persona, que nació con la máscara, el origen de identidad es más difuso, pues originalmente fue un término en latín que provenía de identitas, id-ente, “qué es una cosa”, es decir, una palabra para preguntarse por la naturaleza de algo. Es, en efecto, una palabra que se desarrolló durante la escolástica, un término de origen religioso, el que Santo Tomás lo utilizaba para referirse a una unidad, la unidad de algo, de una persona o una cosa, una identidad. La identidad, para la ley, es una asociación expresada en un número respecto a una persona natural o jurídica, y para la psiquiatría moderna, una unidad psíquica que de ser disgregada o disuelta, puede generar trastornos, como el famoso trastorno de personalidad múltiple, mejor conocido como trastorno de identidad asociativa, o el Alzheimer, que implica la desintegración progresiva de una unidad.
La novela de Amira posee dos
estructuras que bien vale la pena señalar. La primera es la entrevista, formato
en la que una estudiante de letras propone como trabajo de tesis indagar en la
obra y figura de Yoshimi, para lo cual interrogará a una serie de personajes
que trataron directa o indirectamente con la desaparecida autora; el segundo
formato es el blog mismo de Yoshimi, y que como todo diario, no solo busca
inventariar el día a día, sino que es una búsqueda interna, pero al revés de la
privacidad de un diario inédito, el blog es un ejercicio abierto de introspección
y retrospección voyerista; en la que se configura una identidad, la cual se
busca fijar en el tiempo y en el espacio; y una personalidad, que va con sus
vaivenes y múltiples mareas.
Masked de Rebecca Wood |
Yoshimi es una novela artefacto para repensar los mitos, el mito de la misma Internet, por ejemplo, la cual alguna vez se le entregó cualidades de ubicuidad infinita, cuando en realidad a cada minuto se pierden miles de datos y páginas web cierran irrevocablemente. Y también es el mito de la amistad, una red de máscaras, en las que el lector, al poco correr de las páginas, podría reconocer máscaras sobre máscaras, que protegiendo o desdibujando identidades verdaderas, buscan sacar a la luz el doble fondo, el revés de las ficciones de lo que podemos intuir apenas un atisbo lumínico, bajo pliegos y agujeros de oscuridad ilimitada.
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