viernes, 21 de febrero de 2020

Brevísima historia literaria universal de los gatos

*Artículo publicado originalmente en la Gata de Colette
ORIENTE

El símbolo del gato es tan misterioso y contradictorio como la misma naturaleza del gato. Para el Budismo el animal representa la dimensión espiritual, por lo cual se promovía en antiguos ritos que los difuntos fuesen enterrados con un gato vivo pero con un ingrediente extra: a la tumba se le añadía un agujero para que pudiesen escapar; así, cuando el felino emergía del sepulcro, se consideraba que el alma del muerto ya estaba fusionada con la del gato. No obstante, en el mismo mundo budista se considera al gato como un ser insolente, pues junto a la serpiente, fueron los únicos del reino animal que no se conmovieron ante la muerte de Buddha, aunque aquello también se podría considerar como sabiduría superior.

Todo esto nos conecta con una de las novelas más celebradas y magistrales de Yukio Mishima, El Pabellón de oro, la cual narra el desenlace trágico de un templo quemado por un monje budista, libro que de forma muy poética y visceral discurre sobre el significado de la fealdad y la belleza. La novela reproduce un famoso Koan (forma breve similar a la parábola que sintetiza una paradoja y una moraleja) el cual es considerado en el mundo búdico como una de los más complejos: se trata de Nansen mata a un gatito, y es tan breve que podemos citarlo completamente:

Un día un gatito entró a un templo. Provocó tal interés entre los monjes que, de inmediato, comenzaron a pelear. El maestro Nansen decidió arreglar la cuestión, separó a los monjes, tomó al gato y le acercó una hoz. «Si alguno de ustedes da una buena respuesta, pueden salvar al gato» —les dijo.  Como ninguno de los monjes habló, Nansen mató al gato. Más tarde Joshu —el primer alumno— volvió y Nansen le contó lo que había pasado. Joshu se quitó las sandalias, las puso en su cabeza y se fue. Nansen se quedó pensando en que, de haber estado ahí en el momento del juicio, Joshu hubiera salvado al gato.

Ponerse las sandalias en la cabeza, ¿invertir la mirada para resolver un problema? ¿Intentar demostrar que el ego dificulta la percepción real de las cosas? Los comentarios al texto son incontables, pero ahí está el fragmento, para que lo leamos y releamos hasta intentar desentrañar algo. ¿No pasa lo mismo con los gatos? Entre más los miramos menos parecemos entender quiénes son, y el enigma que representan en sí mismos, menos consigue velarse. A propósito de las guías y enciclopedias sobre gatos tan en boga en la actualidad para los catlovers, quizá los primeros documentos del mundo con esas características aparecieron en el siglo XIV en Ayutthaya, ciudad tailandesa con pasado esplendoroso por su comercio y desarrollo cultural. Estos escritos —que desafortunadamente sólo se han rescatado copias desde 1782 en adelante—, se llamaban tamra maew, que se podría traducir como “tratado de gatos” (y la forma fonética maew es el equivalente al miau), los cuales describían físicamente a cada especie de gato, y cuáles eran los beneficios que entregaban a su portador, como salud, prosperidad, etc, pues se creía que eran seres dotados de propiedades fantásticas. En la China Clásica los gatos eran respetados producto de las constantes plagas de ratones: ellos los mantenían a raya, y no sólo mantenían las ciudades y las comidas limpias, sino también las bibliotecas, pues el tipo de papel que se fabricaba en ese entonces era apetecido por estos roedores, por lo cual era costumbre que los hombres letrados contratasen gatos para mantener sus bibliotecas, y por supuesto que se establecía su correspondiente paga: le regalaban peces frescos a la madre gatuna, estableciendo así una fuerte conexión entre minino y cultura.


OCCIDENTE

No existe ninguna referencia de los gatos en la Biblia. Ni una, ni siquiera como metáfora, versus las cuarenta menciones del perro o la simbólica serpiente del perdido paraíso. Tampoco los griegos tuvieron mucha simpatía por el felino, surgiendo la hipótesis lingüística en la que “comadreja” y “gato” eran designados con la misma palabra. Esto se puede explicar porque los gatos eran animales exóticos para el mundo heleno, teniendo fuerte presencia en Egipto y culturas adyacentes al Nilo, por lo que no sería irrisorio que un griego del pasado confundiese al gato con una comadreja. ¿Esopo escribió sobre gatos? Al parecer no, escribió sobre comadrejas, al igual que Galantis, sirvienta de Alcmena, que como relata la leyenda no fue convertida en gato por la diosa Ilitía, sino que en comadreja, pero que por errores en su traducción nos han llegado metamorfoseados en gatos. Los romanos tampoco le dieron mucha importancia en sus escritos, siendo una cultura cargada a los canes (no olvidemos que la fundación mítica de Roma parte con una loba, y los perros eran altamente estimados y elogiados por oradores y hombres comunes) y así saltamos hasta la Edad Media, donde la figura felina entraría en la ambivalencia. Existe un antiguo relato de origen celta que narra la historia del héroe Máel Dúin —fechado a fines del siglo X— en la que un gato mágico castiga a uno de los ladrones de la historia mediante llamas que lanza por los ojos, todo porque el malogrado personaje intenta robar oro en un castillo abandonado.

En la España del siglo XIII se tradujeron fábulas y narraciones bajo el nombre El libro de los gatos. El nombre no tenía nada que ver con el texto original, titulado como Fabulae, Narrationes o Parabolae y que fue redactado por el predicador inglés Odo de Cheriton, pero se cree que quedó así porque estas fábulas morales con animales, muy al estilo Esopo, encerraba varias historias de gatos, historias que velaban comportamientos reprochables de monjes en los monasterios, y no era casualidad que a los monjes de vida licenciosa les denominasen “gatos”. Otro libro medieval que habla de los gatos es El evangelio de las ruecas, data del siglo XV y se centra en los comentarios que hacen seis mujeres sobre la vida cotidiana: acá el gato es visto como parte de recetas, dichos o consejos de corte mágico, como la interpretación de que si se le ve en una ventana mirando al sol y pasando su pata sobre la oreja, ese día no lloverá bajo ningún motivo. Pero esto es una excepción, pues el gato no gozaba de mucho aprecio en estas sociedades, que lo consideraban bajo una mirada supersticiosa como diabólicos o cercanos al mal; de hecho abundaron en esta época grimorios, bestiarios y recetarios que ponían al gato como enemigo o como ingredientes para preparar pócimas y brebajes. Toda esta mirada abstrusa e injusta hacia los felinos parece concentrarse en un episodio ocurrido en Francia a comienzos del siglo XVIII, en la cual unos imprenteros salieron a matar y perseguir a cuánto gato se topasen (tal como hacían los espartanos con los ilotas), esto por una estrambótica orden del dueño de la imprenta quien no podía conciliar el sueño por el maullido de éstos, hecho que recoge profusamente Robert Darnton en su libro La gran matanza de gatos y otros episodios en la historia de la cultura francesa. Con el advenimiento de la revolución industrial, Poe recoge esta antigua herencia negativa y escribe su magistral El Gato Negro, un relato sobre locura y venganza, pero el gato también adopta otras formas, como la invisibilidad y la omnipotencia en el gato Cheshire de Lewis Carroll o un aire mágico y hasta erótico en el poema El gato de Baudelaire. En el siglo XX abundan las historias sobre gatos, como la novela En las nubes de Ian McEwan sobre un niño soñador que se pone en los ropajes de un gato, o en el cuento El idioma de los gatos, de Spencer Holst, en la que un hombre descubre la gran y única verdad sobre los gatos al conectarse con ellos telepáticamente: “no le temen a la muerte”.

5 comentarios:

  1. Me ha gustado muchísimo la entrada. Le tengo un gran cariño a estos animales y no me esperaba un trasfondo histórico como este. Un saludo.

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  2. Gracias Lucas, un placer también leerte, gratitud por mantener vivo tu blog, el principal medio que utilizo para recordar una lectura o que me sugieran nuevas (y a los suplementos tradicionales les hago la cruz, porque están condicionados ya sea por un editor, o por la cantidad de palabras, o por la temática de moda.. huyo como de la peste de esas fuentes). Saludos!

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    Respuestas
    1. Muchas gracias por tu palabras, Pablo. Me enorgullece que alguien como tú se pase por la Esquina. A mí los suplementos tradicionales tampoco me agradan por lo que comentas, prefiero mil veces mis blogs de confianza.

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  3. Me ha interesado mucho tu entrada, ya que me gustan mucho los gatos.
    Me ha encantado tu blog, me quedo de seguidora y te invito a que te pases por el mío si te apetece (es Relatos y Más, es que aparecen dos en el perfil).
    Un abrazo.

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