miércoles, 28 de febrero de 2024

El arte del disfraz


El arte del disfraz, cuando se lleva a cabo con el propósito de evitar ser reconocido, implica una meticulosa atención a cada detalle de la caracterización. Un ligero tic o incluso el tono de voz pueden comprometer el conjunto del disfraz, revelando la verdadera identidad del individuo y anulando así su propósito de ocultarse. Esta práctica difiere notablemente de la utilización del disfraz en contextos teatrales o festivos, donde su objetivo es resaltar una representación alegórica o interpretativa dentro del marco del arte. Sin embargo, disfrazarse con la finalidad de evitar la detección en la realidad plantea complejidades que aún no han sido abordadas en profundidad por la teoría académica. Aunque el arte y su correspondiente bagaje teórico pueden proporcionar herramientas útiles, no pueden abarcar por completo la complejidad de este tipo de intento.

La acción de disfrazarse para actuar supone una inversión de intenciones en comparación con el acto de disfrazarse para integrarse en la realidad circundante, y en algunos casos puede implicar motivaciones detectivescas. Sin embargo, el uso indiscriminado y superficial de estos términos puede llevar a malentendidos. En este sentido, el verdadero objetivo no es ser confundido con otra persona, sino lograr que aquellos que lo observaran no reconocieran ninguna faceta de su apariencia o comportamiento. Buscaba generar una sensación de indiferencia en el observador, similar a la que se experimenta al mirar un objeto inanimado. En este contexto, un disfraz llamativo sería contraproducente, ya que atraería la atención sobre él y pondría en peligro su objetivo. La mirada escrutadora y penetrante de los demás podría comprometer su estrategia.

sábado, 3 de febrero de 2024

«Larvados»: el Ojo Maligno de Andrea Calvo Cruz

 

*Publicado originalmente el 21 de octubre de 2023 en Lector.cl

En su conferencia El cine es otra vida, Raúl Ruiz intenta hacer una definición del cine, y para ello se sirve del ojo, como símbolo y como disparador de tramas. Ruiz afirma que el ojo tiene al menos treinta funciones, pero destaca que existen dos que sobresalen: el vértigo y la contemplación; estas funciones a veces se superponen o se distancian, y entre aquellos polos surge el descubrimiento y la observación; el ojo convierte una narración en un objeto, y en ese movimiento puede nacer aquella turbulencia que nos extravía, que nos saca de una realidad, para ponernos (a rápida velocidad) en el ojo del huracán.  La erudición del cineasta chileno es conocida: afirma que este ojo es un Ojo Maligno, y para ello se sirve de un oscuro tratado de magia, del también oscuro Enrique de Aragón, conocido como el Marqués de Villena (1384-1434), una suerte de Cagliostro o Paracelso español, que prefigura ese renacimiento de alquimistas y magos que combinaban la ciencia con lo sobrenatural. Este tratado, que no es otro que un tratado sobre el mal de ojo, afirma que basta con desear el mal intensamente para manifestarlo en la realidad, así fue posible que un grupo de brujos invadiera el cerebro de un rey para dejarlo ciego e inútil.

En efecto, el cine es la faceta final de un desarrollo tecnológico anclado a saberes científicos, pero su prefiguración está en los tratados filosóficos, en los libros de caballería, en las pinturas y grabados, en la poesía y el canto. Y cómo no, en el cuento, heredero de una tradición oral, acaso una de las primeras formas narrativas. Larvados, de la autora chilena Andrea Calvo Cruz (1981), es un libro de cuentos que se puede relacionar estrechamente con el Ojo Maligno que imagina Ruiz: ya desde su portada asistimos a un ojo gris lacerado, del cual emerge una larva. El ojo, con el párpado abierto, emite un reflejo que bien podría ser dolor, bien podría ser fascinación, o ambas, solo hay ojo, no vemos la contracción o el rictus, la cara está ausente, por ende, el ojo es la única identidad visible de esa laceración.

«Camera Obscura» es el relato que inaugura el libro. La cámara oscura es un instrumento óptico que es negro y permite obtener una proyección plana de una imagen externa sobre la zona interior de su superficie, proceso que antecedió a la moderna fotografía. ¿Qué nos quiere revelar pues, esa cámara oscura? En esa pregunta reside el ojo y la propuesta escritural de Andrea, que con una prosa directa y sin florituras, se atreve a sondear zonas, y cruzar límites y umbrales, que muy pocos se atreverían a pasar.

En Larvados abundan textos breves de dos a tres páginas; el resto se decanta por la mediana extensión, que no suelen superar las diez páginas, y salvo uno que otro tropiezo («La última cena» y«Devueltos al remitente» están bajo el promedio), es destacable la concisión y la coherencia de su poética, con temáticas centradas en la redención, el abandono, la venganza y la violencia pura, esa violencia sin signo ni moral, que está ahí, es palpable y cotidiana, pero que no visibilizamos, y he ahí ese Ojo Maligno, que como los pétalos de una flor asesina, se abren para brindarnos vértigo y contemplación.

«Sandías» remite a un descubrimiento, casi por azar, de un niño que no debería oír ciertas conversaciones -y el ojo se desplaza a oído- trayendo consigo una práctica tan común como cortar una sandía, pero con un trasfondo de muerte y tortura.  Otro relato, «MATArT» escrito a la manera de un monólogo con un testigo etéreo (o puede que sea a revés, un narrador fantasmal frente a un testigo físico) invita a la masacre:

«Observa. Toca la imagen que tienes frente a ti. Siente el frío del vidrio con la yema de tus dedos. Esa que ves ahí no soy yo. Esa que está ahí fue la que crearon y ahora se despide».

Asistimos, en al menos dos cuentos, a situaciones narradas que en términos psiquiátricos jungianos se conoce como Madre Terrible, la contracara de la Gran Madre; ahí donde ésta significa vida, salud, ternura, protección, la negativa es su contrario; muerte, misterio, lo que devora, seduce y envenena (léase, los arquetipos y el concepto de ánima). En «Sinfonía láctea», a través de tres momentos, o mejor dicho movimientos, como los de una sinfonía, asistimos a la gestación de una madre que deviene en maligna, provocando desesperación en un hijo que no soporta su amor demandante, enfermizo y esclavizante. En «Amarra de la libertad», uno de los cuentos mejores logrados del libro —por su construcción clásica y su tono paródico que roza lo demencial—, Andrea Calvo nos narra un conflicto que genera una madre sobreprotectora, ávida de lucha social y antisistema hasta el paroxismo, confinando a su familia a una suerte de colonia cerrada autosustentable en la que no hay espacio para la disidencia, transformando una familia común y silvestre, en una suerte de cárcel, de torre inexpugnable donde la libertad es la primera en morir, todo por el medioambiente y la ecología. «Anatema», es otro relato en la que asistimos a la vida de una mujer traumatizada, acaso exorcizada, por un sacerdote, vertiendo amplias dosis de locura en su cotidiano, lo que la llevará a experimentar una suerte de psicosis religiosa, con imágenes bíblicas devoradoras que la atormentan.

Los hombres extraviados y malignos abundan en Larvados. Suelen ser artífices y víctimas del mal, como en «Camera Obscura», «Cuando todo se alinea» o «Juego de manos», este último en clave de espionaje y conspiración, que rompe con el tono general del libro, ruptura que el lector agradecerá, porque no hay nada peor que un libro de cuentos homogéneo y repetitivo.

La venganza es otro leit motiv: «Talión», «Tesis de grado» y «La sentencia del clan», conforman una trinidad en la que el rencor, la violencia planificada y el desenlace fatal los hermana. En «TaliónK el tono es histórico, la narradora es la hija del profesor e impulsor de la educación pública don José Bernardo Suárez, quien con furia contenida asiste al funeral de su padre, junto a «los buitresK, políticos que se llenaron la boca con su legado sin una verdadera retribución en vida —cualquier parecido con la realidad es solo coincidencia—.

En «Tesis de grado» aparece también la educación como telar de fondo. Se trata de la venganza premeditada de dos estudiantes mujeres contra un profesor universitario abusador. En «La sentencia del clan», la venganza va contra una mujer por parte de un grupo, a quien le ponen el traje de chivo expiatorio, al haber permitido el abuso de su hijo por parte de un degenerado.

Por último, como mención aparte, no podemos dejar de mencionar el cuento con el que cierra el libro «Los yuyos de María», uno de los mejores del conjunto. Un grupo de jóvenes aficionados a detectives investiga la muerte de María Moya, una mujer de Calera de Tango aficionada al alcohol, mujer brava y atrevida, conocida también como «la vieja del saco», por su intimidante figura, rudeza, y por portar siempre una cartera negra ¿qué esconde ahí? Se pregunta el joven narrador. No se trata de un simple Macguffin (esos objetos irrelevantes que solo están ahí para que corra la trama), esa cartera y su contenido serán fundamental para explicar no su desenlace, sino más bien el desenlace de «otros», hombres maltratadores y dañinos del pueblo.

En una estela realista que recuerda a Manuel Rojas y González Vera, a la escritura de Marta Brunet, especialmente en sus cuentos Aguas Abajo respecto a la situación periférica de las mujeres, y a la crudeza del guatemalteco Rodrigo Rey Rosa, Andrea Calvo Cruz presenta un conjunto que augura a una escritora de fuste, que se atreve a poner la luz en aquellas zonas oscuras que nadie quiere ver, con un registro abocado a la indagación en el mal y en la violencia, oscuridad que brilla más en sus cuentos de corte clásico, que en las narrativas menos tradicionales.

jueves, 26 de octubre de 2023

IRREALISMO MACABRO: CLAVES PARA LEER LOS CUENTOS DE THOMAS LIGOTTI*

*Publicado originalmente en Fabulantes, julio de 2023


El presente reportaje es un manual de lectura de Thomas Ligotti. A través de la exploración de los cuatro temas que vehiculan su obra -payasos, ruinas, pesadillas y marionetas- ofrecemos una completa semblanza del irrealismo macabro del «cosmonauta del vacío», el escritor de terror más original -y nihilista- que haya publicado jamás. 

Los cuentos citados aparecerán al final del artículo, según la procedencia de cada libro

Existe una distancia insalvable entre la antropología cristiana que configura al hombre como la creación más elevada de Dios, dotado de razón y libre albedrío, con el hombre actual postmoderno, configurado a partir de los jirones de Rousseau y su buen salvaje, pasando por el hombre económico de Marx, el hombre-máquina del capitalismo, hasta llegar a los vericuetos del nihilismo existencialista, en el cual nos autodeterminamos sin más rigor que nuestros propios deseoshedonistas en busca de una libertad ilimitada que, como única meta, busca alcanzar la felicidad a cualquier precio, libre de ataduras y compromisos, en constante fluidez.

Thomas Ligotti (9 de julio de 1953), según algunos biógrafos, pertenece a una segunda generación de sicilianos afincados en los Estados Unidos, que trajo consigo un acervo cultural católico (aunque se declare como ateo), que lo diferencia sustancialmente de ese ethos de la América anglosajona protestante, lo que en gran parte explica las inquietudes teológicas de nuestro autor, inquietudes que tienen como centro el misterio de la creación, los absolutos, lo angelical y lo demoníaco, y cómo no, las cosmogonías que busquen dotarle algún sentido a la experiencia. Una poética que responde a una teología teñida de oscuridad demiúrgica, en la que el centro de la existencia es la sinrazón y el caos visceral, costra civilizatoria que de un momento a otro se puede rasgar.

Hacia una poética ligottiana: Más allá de lo insondable de la experiencia

Un hombre se despierta en medio de la oscuridad y alarga el brazo para coger las gafas de la mesilla. Alguien o algo coloca las gafas en su mano. (En la noche, en la oscuridad).

El texto citado podría ser perfectamente un mini-relato. Sin embargo, lo utiliza Ligotti como anclaje para teorizar en torno ficciones propias y ajenasLo llamativo de Ligotti es que, en su afán de crear una atmósfera, o más preciso, un “hábitat de horror”, enseña al lector sus trucos como un extraño mago que, al terminar su función, se sentase al borde del escenario para explicar al público que todo fue una ilusión, enseñando cada magia y sus mecanismos. Es en ese breve ensayo, En la noche, en la oscuridad, donde Ligotti denomina a sus ficciones como irrealismo macabroconcepto que detallaremos.

Existe pues, una larga tradición de terror materialista que tiene entre sus principales exégetas a Edgar Allan Poe y H.P. Lovecraftestetas del “terror está ahí afuera”, creadores que versan sobre la locura, la muerte, la aparición de entidades cósmicasPor contraste, existe una línea irrealista, ligada al romanticismo oscuro, que se encarna en los fantasmas, en los poltergeists, en la alucinación y en la pesadilla, y que tiene entre sus precursores a Arthur Machen (sus novelas La colina de los sueños o Los tres impostores son modélicas) o a Lord Dunsany (Donde suben y bajan las mareas El campo son relatos magistrales de lo onírico)autores que indagaron en las posibilidades que entrega el ensueño y el misterio.

Respecto a lo macabrosu genealogía se remonta, como inspiración o tema artísticoya al fin de la Edad Mediacon un incipiente Renacimiento que posiciona las bases de un nuevo orden frente a uno antiguo, que ya desgastado, da muestras de su inminente fin producto de las revueltas internas, reformas y cismas, y sobre todo por el avance de la peste negra, con sus millares de muertos desperdigados por los campos (verdadera hecatombe que sólo veríamos más tarde durante las guerras mundiales), que derivó en las conocidas danzas de la muerte, donde las descripciones fisiológicas de los cadáveres putrefactos eran acompañados de altas honduras metafísicas, en las que el ser humano se interrogaba por su existencia y devenir.

Ligotti, como irrealista macabro, aúna en sus ficciones elementos ligados a la materialidad de la mugre, el hollín y lo necrótico, con una metafísica negra que tiene como centro la destrucción del ser hasta su disolución absoluta. “El terror está acá adentro”, parecen decirnos sus creaciones burlonas tocándose con el dedo índice la sien. En síntesis, une la irrealidad del sueño con la realidad de la muerte, y ese cruce especial provoca que a la postre sus cuentos estén plagados de reflexiones, y no en vano se le ha dado a llamar como “terror filosófico”.

Y lo que se repite en la obra de Ligotti, como pregunta machacante es: ¿existe algo más temible para una sociedad hedonista como la nuestra que el enfrentamiento definitivo con la corrupción y la muerte? Que vivamos en tiempos donde las cirugías plásticas y los estilos de vida sana van en aumento, que los analgésicos se fabrican en masa y que el avance de los cuidados paliativos ha llegado a plantearnos que la eutanasia debería ser libre y democrática, es un fuerte indicador que más que el temor generalizado a la muerte –desnuda y magnánima-, a lo que se le tiene real espanto es al dolor físico, a pensar en muertes dolorosas y lentas, como una destrucción intestinal tras un largo cáncer, a morir por una múltiple falla orgánica o a terminar con los brazos y las piernas como colgajos tras un accidente de tránsito. Y como coralario del dolor, también se le teme con espanto a la soledad: no en vano inundamos las redes sociales con imágenes de nuestra vida con la vacua esperanza de no sentirnos solos; somos parte a diario de un mundo tejido por ilusiones que de forma muy acertada se le conoce como redes sociales, y ya sabemos que el fin de las redes (y de las trampas) es atrapar a sus presas.

Arlequín y payaso con careta. Rafael Zabaleta (Quesada, Jaén, 1907- 1960), 1942. Óleo sobre lienzo

Payasos, marionetas, pesadillas y ruinas: Las cuatro patas de la mesa ligottiana

El irrealismo macabro, que el mismo Ligotti define, se queda corto a la hora de expresar a cabalidad su obra. Es por eso que he propuesto cuatro conceptos que como puntos cardinalespueden servir paran ordenar su obra y así permitir apreciar con más claridad los “artefactos” que diseña nuestro tétrico artesano:

Pesadillas

Desde la línea más irrealista domina el paraje de las pesadillas, en las que al autor elucubra sobre la verdadera naturaleza de éstas. En sus ficciones asistiremos a confesiones demenciales escritas por mentes afiebradasabundarán las páginas arrancadas de diarios, las digresiones en torno al horror, o las citas entremedio de un relato, y esto con el fin de dilucidar el poder y la dimensión extraña de los sueños y sus efectos en la vigilia. Relatos como El prodigio de los sueñosPodría ser un sueñoEl glamour tienen como protagonistas a narradores que, conscientes de la irrealidad de los sueños, descubren que existe una línea divisoria que, una vez cruzada, puede abrir portales, agujeros o recovecos capaces de invadir la realidad de la manera más ilógica y nefasta. El efecto de verosimilitud es provocado por medio de antagonismos: estos héroes desechos no suelen ser personas incoherentes o dementes que escarban en la cáscara vacía de lo onírico, sino que se trata de estudiantes, científicos o artistas, que de manera lógica e hiperrealista atraviesan las capas de lo realinternándose en aquellas espirales metafísicas sin retorno:

En ocasiones, durante mi infancia, los asombrosos sueños que experimentaba por las noches resultaban brutalmente vívidos y hacían que despertase gritando. (El ángel de la señora Rinaldi).

En Los sueños de Nortown, la realidad del sueño queda circunscrita a los parajes de una ciudad vacía, casi inexpresiva, en la que un estudiante experimenta pesadillas que emanan desde una zona física, desde un apartamento para universitarios destartalado, afectándolo debido a su especial receptividad y empatía. La historia toma ribetes detectivescos: el protagonista del relato nos cuenta cómo su compañero de cuarto, un tal John Quinn, entra en contacto con una agrupación desconocida hasta su pronta desaparición. ¿Dónde está? ¿Qué es organización? ¿Logra encontrarlo realmente? El relato, ya una vez finalizado, nos sigue mirando al rostro e interrogándonos.

Y es que los sueños para Ligotti tienen un componente amenazante, no están hechos de una materia inocua. Llevando al extremo las pretensiones filosóficas de quienes niegan que exista una verdad objetiva y que el universo es una construcción mental, Ligotti juega con esos mismos parámetros para llevarlos hasta el desvarío, en la que una mente racional se ve prisionera de fuerzas psicóticas que no comprende, deformando además de su comprensión y entendimiento, su propia realidad circundante.

El chico y el arlequín. Albert Roosenboom (Bruselas 1845- 1893)

Payasos

Todos hemos visto a los payasos, sabemos lo que son. Se trata de personajes histriónicos y chillones con caras pintarrajeadas, algunos más vulgares, otros más refinados. Están ahí para dar rienda suelta al show: alimentan con sus guasas y trucos a la sociedad del espectáculo. En efecto, descienden del bufón medieval, y se hermana con el saltimbanqui: hereda de los primeros la habilidad de la imitacióny de los últimos las acrobacias y el malabarismo. Pero ¿qué es realmente un payaso? En La última fiesta de Arlequín, asistimos a la investigación de un folclorista, un antropólogo especialista en payasos, quien se interna en un Estados Unidos profundo de clases populares, para asistir a una festividad en la localidad de Mirocaw, una suerte de “fiesta de los locos”. El relato, una de las grandes joyas de su bibliografía, guarda un fuerte paralelismo con La sombra sobre Innsmouth de Lovecraft, principalmente por la depuración técnica de integrar el paisaje a la psique del narrador-protagonista, relatando un viaje lleno de dudas que poco a poco se convierte en un lento y descriptivo descenso a los infiernos.

Payaso. Maquillaje. Espectáculo. ¿Cuántas veces nos hemos referido a otras personas, y no precisamente por su histrionismo, llamándolos como payasos? Bien lo saben los niños, que el payaso atemoriza no por la pesadez de sus bromas ni por sus carcajadas siniestras, sino porque ese espeso maquillaje y esas ropas imposibles que enmascaran y transforman a su portador en otra cosa. En Severini se nos cuenta la historia de un grupo de artistas que tienen como ídolo y mentor a un hombre que vive atrapado en una choza en una zona pantanosa. Y no se trata precisamente de un hombre sabio; al contrario, se trata de un sujeto que musita incoherencias como si hablara en sueños. ¿Qué clase de arte puede inspirar un loco? Es necesario que el lector indague por sí mismo, y que ponga atención a ese Museo Imaginario de obras que esta sociedad de artistas prepara.

En Atracción de feria y otros relatos aparece un misterioso escritor –o bien deberíamos decir, un payaso disfrazado de escritor- que afirma que todo en «El Mundo» es espectáculo: los imperios, la religión, incluso el sol y la materia; su interlocutor lo interroga respecto a los sueños, y el hombre, muy suelto de cuerpo, le preguntasi se refiere a la clase de sueños que tenemos despiertos,a los que disfrutamos cuando tenemos la fortuna de dormirnosFinalmente, el hombre burlón decide poner a prueba a su interlocutor, otro escritor pero mucho más joven, dejándole cinco relatos que se refieren a lo ilógico y perturbador que puede ser la realidad.

Marionetas

Las marionetas también aparecen de manera abundante como motivo en la obra de Ligotti, pero al igual que la figura del payaso, no reduce su ontología a una mera descripción de formas o símbolos; en realidad lo que sugiere Ligotti es la característica primordial de una marioneta: ser el remedo mudo y contrahecho de lo humano. La medusa, probablemente su obra maestra, cuenta la historia de unsujeto obsesionado con el horror y con las medusas, reuniendo una suerte de archivo con artículos, recortes, ensayos, frases sueltas y todo lo referente a la temática. Un ex-compañero universitario, haciendo una oferta casi mefistofélica, le dice que podría asistir a un encuentro con “su obsesión”sin tener que viajar a Grecia. El encuentro finalmente se produce; no obstante, el laberinto de espejos y las múltiples trampas que ha regado Ligotti a lo largo del relato provocan un efecto de inacabamiento muy singular, como si de pronto unos brazos imaginarios saltasen de las páginas impresas y nos agarrasen del cuello, tal como lo haría un maestro titerero.

En Los místicos de Muelenburgasistimos a otro delirio-marioneta, en la cual una suerte de taumaturgo llamado Klaus Klingman (conocido también como Maestro Marinetti, lo que nos recuerda tanto al futurista italiano, como a la palabra homófonamarionettemarioneta en inglés), postula que el universo físico se está desvaneciendo y que la naturaleza será reemplazada por cartulina, gomaespuma y otros enseres como surgidos de una maqueta cósmica.Demente velada de expiación toca el mismo motivo pero desde la arista del científico -y deberíamos agregar loco,quien acarrea de pueblo en pueblo una suerte de chatarra orgánica que presenta en cines destartalado; tal como en una feria de fenómenos, nuestro científico emite una perorata en forma de teología nihilistaintentando demostrar que en los orígenes la creación no respondió a un acto de amor bajo la tutela de un ser divino, sino que fue una blasfemia orquestada por una tétrica voz demencial.

La marioneta payaso, sin estar entre lo mejor de Ligotti, sobresale porque aúna los dos motivos repetitivos de su obrael título lo expresa a cabalidad: un dependiente de farmaciacarente de vitalidad, ve cómo ciertas noches se materializa frente a sus ojos la aparición de una marioneta pequeña, como del porte de un niño, disfrazada de payaso, que caminando de manera teatral se le acerca por las noches para hacerle diversas peticiones. Un punto alto de su bibliografía titiritesca lo encontramos con Esueño del maniquí, un relato-trampa, en la que un narrador no confiable hace una conexión, en apariencia sin sentido, respecto a sueños interconectados con la muerte, los maniquíes, la rivalidad y los grandes centros de compra.

See All. Ilustración de Chris Mars

Ruinas

Finalmente llegamos a las ruinas, entendiéndola no sólo como los residuos de una arquitectura o de una construcción, sino también como una dualidad: lo que antes estuvo completo, ahora yace inexacto, agrietado, deformadomedia vita in morte sumus (la muerte yace en el corazón de nuestra vida)dicen los antiguos cantos litúrgicosEn efecto, el concepto de ruina es modular, no sólo podemos llamar ruina a una construcción física, sino también a un estado de cosas, de ahí que sintagmas como “ruina moral” o “ruina espiritual” sean tan decidores: ahí donde antes existía un fundamento, una misión y una meta, ahora vemos disolución, desvío y degeneración. ¿No suena a tiempos actuales?

Existe una lectura muy interesante, que realiza Jorge J. Rodríguez en Thomas Ligotti y los espectros del capital, donde analiza al autor en clave marxista y economicista. No es este el espacio para glosar el ensayo ni para ponernos a citar a Marx, pero lo importante de ese trabajo es que dimensiona a Ligotti no sólo como un visionario metafísico del mal, sino que además se hace cargo de su “materialidad”. Es común que muchos críticos y lectores sólo vean su parte espectral y metafísica, historias que básicamente tratarían de hombres que entran al mundo de la pesadilla realizando disquisiciones existencialistas sobre la oscuridad y el vacío; en efecto, la suma de su obra siempre trata de hombres, hombres que llegan a conclusiones fatales, o se encuentran en un sótano con algo peor que la abominación, hombres blasfemos, ateos o descreídos, hombres ruinosos en aras de perder la cordura o ya psicóticos de plano.

El retozo narra la última conversación nocturna entre un psiquiatra y su mujer en la comodidad de su hogar. Un elemento discordante, subterráneo, se manifestará al terminar ese diálogoel profesional hace un repaso de su vida como psiquiatra en una prisión estatal, y por seguridad familiar, incluyendo a su pequeña hija, prefiere dar un paso al costado, pues el tratamiento con locos peligrosos y muchos condenados por asesinato menores, evidencia una grieta palpable, una ruina que emerge de la prisión y que incluso podría extenderse hasta la comodidad de su hogar. Así nos lo dice el mismo narrador:

Hasta entonces la casa había sido un refugio aislado y no contaminado por la prisión, una estructura imponente a las afueras de la ciudad. Ahora, la imposición psíquica de esta traspasaba los límites de la distancia física.

El relato El Tsalal narra la tormentosa relación de padre e hijo de apellido Maness (Maness, como la contracción de madness, locura), en la que el padre, un importante reverendo, hace alusiones bíblicas al antimundo y al anticristo, y a los diversos libros prohibidos, entre ellos El Tsalal, escrito por él como la ruina de un código oscuro de dioses desechos y extintos. Habría pues un eminente peligro de tipo cósmico, vaticinado en El Apocalipsis de San Juan, el fin del mundo, que vendría a representar la extinción y la ruina total.

En Nethescurial (¿un neverland de escorias?) la ruina toma la forma de un texto encontrado en los archivos de una roñosa biblioteca, pero también de un ídolo en una isla pérdida; asistimos a una reconstrucción, de significado y sentido de otra historiapero esta reconstrucción de una posible realidad oculta y de un posible culto satánico, cobra factura a su reorganizador, quien se ve invadido por la pesadilla que, al igual que una entidad surgida desde una grieta, avanza y domina al narrador hasta conducirlo a un lugar sin retorno.

La Torre roja es su relato ruinoso por antonomasia, donde escenifica el concepto llevándolo hasta las últimas consecuencias. Acá no veremos acción, ni personajes ni ningún desarrollo argumental tradicional, sólo la larga descripción de una fábrica roja de tres plantas y de puertas cerradas, abandonada, y por supuesto, su evolución, la cual partió con la construcción de objetos comunes, pasando por artículos de broma y naturaleza extravagante, hasta la fabricación serial de híper-organismos (¿cuerpos sin órganos deleuzianos? ¿La nueva carne de Cronenberg?) que aúnan lo orgánico con lo descompuestouna suerte de tumbas de nacimientoel relato es un fascinante viaje para contarnos que la fábrica pasó de un modelo utilitario y jerarquizadoa uno totalmente incoherente, tendiente a la dispersión y a la entropía. ¿No hay ya fábricas en la realidad que están planificando crear cápsulas eutanásicas para morir de forma rápida e indolora?

Hay en estos relatos de ruina una preocupación política, un alegato contra el mundo postmoderno, no porque Ligotti busque una salida ensayando doctrinas o filosofías, sino más bien, al pensarlo con detención, ocurre porque nos describe el lado oscuro de nuestra civilización: las formas de aislamiento y de autismo ególatra de sus marionetas, la crueldad absurda de las corporaciones, las familias disfuncionales, las pesadillas como residuos de mundos soñados carentes de esperanzalas creencias espirituales eclécticas (mal) copiadas a oriente sin ningún trasfondo auténtico, la alarmante carencia de vitalidad de sus personajes. Todas estas son imágenes actualesque en la prosa de Ligotti toman un cariz terrorífico, pero no mediante trucos de opereta que reactiven los miedos atávicos -como temerle a las arañas o a las inundaciones: lo que hace es describir un estado de cosas, una situación carente de esperanza, que se asemeja a esa ruina que carga consigo occidente hace décadas, una humanidad que, escindida de su pasado más cercano y de su tradición, está más que dispuesta a dar un salto al vacío. Y frente a esa conspiración contra la especie humana, Ligotti simplemente suelta las cuerdas y los obstáculos, deja que la negrura se esparza por doquier y tomando nuestras cabezas de manera burlona, nos obliga a mirar.

 

Cuentos mencionados y sus fuentes:

«En la noche, en la oscuridad» (Noctuario1994, Valdemar, 2012)

«El prodigio de los sueños» (Noctuario)

«Podría ser un sueño» (Noctuario)

«El glamour» (Grimscribe. Vidas y obras; 1991, Valdemar, 2015)

«El ángel de la señora Rinaldi» (Noctuario)

«Los sueños de Nortown» (Grimscribe. Vidas y obras)

«La última fiesta de Arlequín» (Grimscribe. Vidas y obras)

«Atracción de feria y otros relatos» (Teatro Grottesco, 2006-2008; Valdemar, 2016)

«Severini» (Teatro Grottesco)

«Los místicos de Muelenburg» (Grimscribe. Vidas y obras)

«Demente velada de expiación» (Noctuario)

«La marioneta payaso» (Teatro Grottesco)

«La Medusa» (Noctuario)

«El sueño del maniquí» (Canciones de un soñador muerto)

«El retozo» (Canciones de un soñador muerto, 1985; Valdemar, 2019)

«El Tsalal» (Noctuario)

«Nethescurial» (Grimscribe. Vidas y obras)

«La Torre roja» (Teatro Grottesco)

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