Mostrando entradas con la etiqueta Philip K. Dick. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Philip K. Dick. Mostrar todas las entradas

jueves, 29 de diciembre de 2022

El buhó ciego de Philip K. Dick (una indagación)


Hay una imagen, la imagen de un ave, que la tercera esposa de Philip K. Dick (1928-1982), Anne R. Dick, retrató con gran lirismo en su contundente y seminal biografía En busca de Philip K. Dick, en la que un hecho aparentemente baladí se convirtió años más tarde en una clave que podría dilucidar el contenido de la última novela que no alcanzó a trabajar el «escritor proletario», como así se autodenominaba el oriundo de Illinois.

La biografía antes señalada, un texto que combina el dietario, la anécdota, la entrevista y, por supuesto, los detalles de la relación Anne-Dick, constituye un documento fundamental para conocer a fondo su etapa más fructífera (El hombre en el castillo, Tiempos de Marte, Dr. Bloodmoney, por nombrar algunas de las obras que escribió entre 1959 y 1965), pero, además, es una visión microscópica de la vida de un escritor casado, de cómo lidió ante las estrechez económica para levantar una obra y, en suma, cómo era el día a día de una de las mentes más prodigiosas que nos legó el mundo anglosajón del siglo XX, inteligencia objetivada en una literatura que se encargó de responder las preguntas de siempre —«¿quién soy?», «¿a dónde voy?»—, pero enfrentadas a la hostilidad de un mundo amenazado por la Guerra Fría, la bomba atómica, y la irrupción de nuevas tecnologías que pondrían a la humanidad en una paradoja: mayor confort a cambio de libertad.

 

Es en ese tráfago de anécdotas que nos narra la exmujer de Dick —el cual incluye peleas, el abuso de estupefacientes de Phil y la internación psiquiátrica de Anne, momentos emotivos, como los paseos a la playa, las incursiones en el campo o el avistamiento de estrellas— en las que hace aparición un inusual ave: una mañana lluviosa de invierno, ambos contemplan a una lechuza grande y blanca que se posa en los cipreses del jardín matrimonial, la cual antes de emprender vuelo, se sacude las alas de manera enérgica. Dick, que no era ajeno a las sincronías, pudo haber pensado que aquella aparición atravesaba su existencia. ¿Pero en qué sentido pudo marcarlo?

PKD y los animales

No existen muchas fotografías de PKD, y es entendible, porque falleció mucho antes de la irrupción masiva de las cámaras que vendrían a democratizar las pulsiones narcisistas, pero de las pocas que existen, en muchas sale posando con alguno de sus gatos, e incluso con una oveja. En sus últimas obras —y acá pondremos con mayor atención nuestro foco— asistimos a una maduración en la narrativa philipdickiana; sus escritos ya no solo plantean las problemáticas de la ciencia ficción que durante los años sesenta había escenificado, como la simulación de la realidad o las inteligencias artificiales, hay ahora una búsqueda trascendental en la que el universo completo se juega su continuidad espacio-temporal, y en su ficción, las señales son evidentes: la Divinidad se ha manifestado como un rayo rosa creando un vasto sistema de inteligencia, e incluso con una nueva encarnación física, un retorno de Cristo. La divinidad de Dick no es el Dios de los filósofos, ni siquiera es el Dios de los teólogos, está mucho más cerca del catarismo, de los gnósticos, de la cábala judía y, cómo no, de la creación de tecnologías que pueden servir como dispositivos carcelarios (el imperio nunca terminó) o imitadores de realidad (cuerpos criogenizados viviendo segundas vidas).

 

En sus últimos años, PKD llevaba pergeñando un largo mamotreto, síntesis entre diario de vida y religión, titulado Exegesis, del cual existe una publicación en su idioma original en 2012, y que para los especialistas se ha convertido en un reto difícil de interpretar, por ser contradictorio y hermético. En su etapa final, entre 1979 y 1982, publicó en orden cronológico La invasión divinaLa transmigración de Timothy Archer y Valis. En la primera de las obras señaladas, se nos describe el encuentro entre Dios, que está amnésico, y un perro agónico. Dios, al tocar la cola del perro, entiende perfectamente lo que este dice: sufre no solo por su lamentable estado, sino porque no «comprende» por qué está muriendo, aunque sí entiende que él es parte de un juego en el que mata con sus mandíbulas para atacar a otras criaturas. ¿Lo hace por placer? No. Lo hace porque es parte del juego, lo hace porque fue diseñado con esa anatomía mandibular. Como contraparte de este perro, en Valis nos encontramos con un gato que muere, de igual manera, aplastado por un coche en la carretera. ¿Qué significado encierra su muerte? El gato muere por imbécil, dice un niño sabio de la novela, no porque estuviera predestinado o porque Dios lo hubiese querido, muere simplemente por no prever que atravesar una carretera podía costarle la vida. 

De regreso al búho diurno

No sabemos muy bien en qué creía PKD, pero sí sabemos que en sus últimos años estuvo interesado por las religiones, probablemente porque —como sugiere su exmujer Anne—, veía en ellas una posibilidad de experimentar diferentes ángulos de la realidad como si fueran drogas; el budismo, el misticismo oriental, así como otras creencias, representaban nuevas formas de asediar a la realidad, así como la cábala o el psicoanálisis de Jung. Poco antes de morir, Dick le confiesa a su amigo Gwen Lee que estaba trabajando en la novela The Owl in Daylight (que podríamos traducir como El búho del amanecer), obra que sería su propia versión del Finnegans Wake (sí, una obra experimental delirante) y que tendría al menos tres fuentes principales: Beethoven que representaría la cumbre de la humanidad, una relectura de la historia clásica del Fausto de Goethe, y la relación de la Divina Comedia de Dante con la teofanía.

 

[*Nota al margen: La última esposa de PKD, Tessa Dick, publicó una novela con el mismo nombre, The Owl in Daylight en 2009, pero ella misma aclara que no utilizó ningún concepto ni personaje ideado por su difunto esposo, sino que más bien fue una inspiración, un intento de recrear el espíritu que podría haber tenido esta novela inconclusa. Respecto al título, la viuda aclaró que surgió luego de que el escritor sostuviera una conversación con una mujer sureña, la cual le habría dicho: «Si no le entendía lo que quería decir, entonces estaba ciego como un búho a plena luz del día».]

 

Sobre la trama de esta novela inconclusa, la primera versión señala que pudo haber tratado de un diseñador de parque de diversiones que buscaba emular al mundo de los años cincuenta, quedando atrapado en un estado alucinatorio; la otra versión, que en realidad trataría sobre un compositor de música sordo (y de ahí la reminiscencia a Beethoven) que, gracias a la implantación de un chip en su oído, lograba comunicarse por azar con una civilización extraterrestre. Probablemente la novela habría integrado ambas tramas, como era común en los escritos de PKD.


Para muchas culturas el búho simboliza la tristeza y la soledad al ser un animal que rehúye la luz y que se refugia en la noche. Los griegos representaban a Atenea con un mochuelo en su hombro, ave similar al búho, de ahí que en cuentos infantiles aparezca el animal ligado a la sabiduría. No podemos decir que PKD haya sido una persona completamente infeliz o completamente sombría; como lo describe su exesposa Anne, sus estados mentales se intercalaban, pasando por periodos de bonanza y mucha actividad, y periodos catatónicos que lo sumían en una actitud contemplativa. 

 

¿Podríamos recrear esta novela?


Y si en vez de imaginar esta novela alimentásemos a una Inteligencia Artificial con lo que hemos recabado ¿qué pasaría? El resultado dependería de la capacidad de la Inteligencia de asimilar los datos, de los humanos que están detrás alimentándola y por supuesto de la información entregada.  Junto a lo que hemos mencionado, podría ser útil sugerir dos obras que PKD pudo haber leído, las cuales comparten además de la palabra "búho", una cierta familiaridad por las temáticas. 


La primera es una novela muy muy rara, titulada El búho ciego, escrita en 1936 por el también sombrío y misterioso iraní Sadeq Hedayat (1903-1951), obra que pudo haber leído PKD pues fue traducida al inglés en 1957; se trataba de una novela onírica y decadente que perfectamente se enmarca en la poética del escritor estadounidense, la cual narra el delirio de un pintor en una habitación cerrada —y que estaría viviendo en una realidad repetitiva y alucinatoria—, para quien la muerte es la única salida posible de aquel infierno circular, en el cual es incapaz de distinguir la realidad de la ilusión. ¿Habría sido esta novela un material de inicio para la obra dickiana? 


La segunda, El incidente del Puente del Búho, de Ambrose Bierce, es una obra maestra del relato breve que resume la alucinación de una persona condenada a la horca y su posterior escape. El Puente del Búho es el lugar donde se decantan los hechos, y si hemos seguido la significación del búho como una entidad que está entre la realidad y la alucinación, la vida y la muerte, podría haber servido como referencia para Dick.


 ¿Hay más ejemplos de obras con búhos que pudo haber leído Dick? Sin duda, pero esto es una indagación primera, un hilo mucho mayor que alguien más podría tomar, y con Baudelaire, y su poema Los búhos (les hiboux), bien podemos decir:

Sous les ifs noirs qui les abritent, Les hiboux se tiennent rangés, Ainsi que des dieux étrangers, Dardant leur œil rouge. Ils méditent.

o en español:

Debajo de las oscuras tejas que los guardan, los búhos se mantienen en filas, y al igual que los extraños dioses, asoman sus ojos rojos: meditan.

viernes, 13 de mayo de 2022

El juego, el amor y la prisión, en La Invasión Divina de Philip K. Dick

“Su liberación es lo que los encarcelará. Una paradoja: le hemos dado libertad al constructor de mazmorras. Es nuestro deseo de emanciparlos, hemos aplastado las almas de todos los seres vivientes” (PKD, La invasión divina)

La invasión divina (1980) fue una de sus últimas obras que publicó Philip K. Dick antes de morir. Con una larga serie de novelas que partieron en la década del cincuenta, su escritura, en este último trecho de su vida, había dejado totalmente de lado la introducción de adelantos tecnológicos, que como bien sabemos, es lo que “materialmente” dota de verosimilitud al género de la ciencia-ficción, la regla implícita con la cual se escribe ficción con la ciencia a un costado (o mirando detrás del hombro), para teorizar sobre la aplicación en un plano físico y posible una tecnología inexistente, pero que perfectamente podría desarrollarse en un futuro, aún ésta viole las reglas más simples de la física: se trata de una narrativa hipotética, que simula anclajes teóricos basándose en ciencias realmente existentes, o que podrían existir en una posible hibridación o desarrollo ulterior de un campo científico.

En La Invasión Divina están todas las obsesiones de Dick: la realidad material versus la realidad ilusoria, las conciencias criogenizadas viviendo en mundos ilusorios, el despliegue de poderes totalitarios y maquiavélicos, objetivados en este caso en un (im)posible bloque mundial dominado por la Iglesia Católica Islámica, y el Partido Comunista Científico. La novela (ya hablaremos de su argumento) está atravesada por un misticismo muy cercano a la gnosis y a la cábala, es decir, está más cerca de especulaciones religiosas que científicas, al grado tal, que la materialidad científica que plantea este mundo ficcional está rota, con campos de energía positrónicos o robots sirvientes que parecen sacados de los Jetsons (1962) o de películas clase Z. Los personajes aún escuchan música en cintas, cuando en Estados Unidos ya en 1978 se comercializaban laser discs, los antecesores del CD y el DVD. El concepto de la positrónica es aún más viejo: Isaac Asimov lo teorizó durante los años cuarenta, especulando que el cerebro de un robot podría estar creado en base a positrones, simulando las conexiones neuronales (que con el desarrollo de la informática y de la IA ahora no tiene sentido), dejando en claro que la veta de Dick como inventor de prodigios está acabada: poco tenía que hacer frente a la nueva avalancha de escritores anglosajones que teorizaban respecto al ciberespacio, sobre nuevas fuentes de energía que permitiesen alcanzar la velocidad de la luz o los últimos avances en materia de manipulación genética que precedería al transhumanismo.

El argumento se podría resumir en una suerte de surrealismo autobiográfico con altos toques de misticismo, dejando a un lado la parafernalia científica, que como siempre en los libros de Dick, son puentes para el desarrollo de la trama, y no hipótesis respaldadas en documentos científicos. La invasión Divina es una novela de fuertes ecos precristianos, específicamente enraizada con la tradición del judaísmo rabínico y su expresión en la Cábala, la Torá y el Talmud, en la que el creador de todo lo existente escogió a un pueblo (el único que aceptó ciegamente sus preceptos), para que su palabra se diseminara por el universo. Asistimos pues, a un regreso de la Divinidad, quien fecundando a Rybys, una mujer hipocondriaca que sufre de una enfermedad terminal, une su destino con el protagonista del libro, Herb Asher.

En esta ocasión, como un demiurgo, Dick despliega la trama a través de diversos planos, estableciendo un mundo narrativo en el que: a) los protagonistas viven encerrados dentro de cápsulas en el planeta CY30-CY30B: b) pero en realidad sus cuerpos están destruidos y viven una fantasía criogénica, tal cual como una Matrix y: c) El niño que lleva en el vientre la mujer, que es Dios, lleva una vida normal en la Tierra, sin sus padres y con una enfermedad que afecta su memoria. Dios no sabe que es Dios, pero lo intuye, está a punto de recordarlo. Con este esquema, Dick vierte todo su espíritu lúdico de un director de juegos en su novela, moviendo a sus personajes como trágicas marionetas que no saben si es la realidad que están experimentando es una alucinación provocada por drogas o por una fuente externa; incluso el mismo Dios (Emanuelle es su nombre terrestre) ha perdido su ubicuidad y omnipotencia, por su problema mental, haciéndolo más equitativo al antidios o al némesis que debe enfrentar en un juego a muerte: a Belial, una antifuerza o antienergía primordial que se ha propuesto destruir a la existencia, al reino de Dios.

Los presupuestos teológicos y místicos que maneja Dick, no siempre son coherentes. Uno de sus personajes postula que viviríamos una realidad dual, como la presentan los gnósticos, un mundo material y físico creado por un demiurgo o Satanás, y otro espiritual que ha penetrado a este universo, luz divina del verdadero Dios. Pero al mismo tiempo, teoriza que este mundo material y espiritual es obra de Yah, o Yahveh como en las Antiguas Escrituras, pero con la Caída, fue corrompido y arruinado por Lucifer, incapaz de soportar la belleza de la creación. Las religiones, y las creencias, siempre fueron campo lúdico para Dick, por lo cual intentar armar una visión unitaria respecto a la divinidad en su obra, en particular en esta novela, sería una tarea infructuosa, llena de baches. 

El núcleo de este libro y donde propongo que mejor podemos entenderlo, es la libertad, entendida como una potencia creadora, una herramienta (nunca un fin) para quitarse de encima los velos o engaños, una llave para no extraviarse en laberintos mentales o metafísicos. La forma de la novela es la de una cárcel: Belial, el antidios, se encuentra enjaulado con forma animal en un zoológico, pero sus protagonistas están encerrados primero en cápsulas dentro de un planeta hostil y dañino, para luego descubrir que solo sus conciencias tienen sustento real, pues sus cuerpos están congelados. El mismo Dios de la novela está perdido en sus recuerdos, desconociendo su verdadera naturaleza, no es libre, pues desconoce las reglas del juego que él mismo ha creado.

El protagonista, Herb Asher, como bien decimos, cumple una función de un nuevo José, como padre de un niño Dios, pero vive una existencia mundana como propietario de una tienda de música y amplificación de sonidos. Como buen melómano, está obsesionado con una cantante, con Linda Fox, y como confidente, tiene a su amigo Elias Tate, que en uno de los mundos asume la figura de un anciano barbón con aspecto de mendigo, y en otro es un ciudadano negro que habla y predica todo el día sobre el fin del mundo y el próximo Advenimiento (así con mayúsculas) de una nueva religión o fe. Elias es el único que puede entender y comunicarse con las ideas más deschavetadas del protagonista, quien si bien no siempre está consciente de la realidad que padece, intuye la verdad. Linda Fox, representa para Asher la posibilidad de una nueva vida, pero llega a dudar de su real existencia, cree que es solo una alucinación de su mente. Hasta que en un momento la ve cantar en un concierto, ocasión en que está muy cerca, a centímetros, de poder hablar y conocerla. La novela plantea de manera muy ingeniosa la posibilidad de que esa hipotética relación amorosa reconstituya el orden del universo o termine destruyéndolo, y es en estas coordenadas donde aflora la prosa más profunda de Dick, preguntándose qué significa amar a alguien, cuáles son sus implicancias y por qué la entrega y la renuncia no siempre son opuestas, sino como en todo sistema lúdico, las más de las veces son parte de una estrategia, caras de una misma moneda, y por qué no, también una llave para salir de la prisión.

“Los que viven aquí abajo son prisioneros, y la peor de las tragedias es que no lo saben. Creen ser libres porque nunca han sido libres y no entienden lo que eso significa. Esto es una prisión, y muy pocos hombres han logrado adivinarlo.”


 

viernes, 25 de octubre de 2019

Utopía, rebelión y estados policíacos en la ficción


Últimamente han circulado, con mayor o menor adherencia, dos teorías contrapuestas y paranoicas sobre la verdadera situación en Chile. Es interesante que ambas, como en toda explicación racional y plausible, desarrolla sus argumentos de forma limpia, pero anclada en una serie de supuestos que sólo podrían ser contrastados y evidenciados  bajo un acucioso trabajo de inteligencia, más por la gravedad que por la originalidad de lo que sugieren. Desde la derecha se enarbola la tesis del Comité de Insurrección, arguyendo la existencia de infiltrados en el tejido social, células o grupúsculos con ideas filomarxistas (como los revolucionarios bolivarianos) y terroristas (como Individuos tendiendo a lo Salvaje), que apoyados por el narcotráfico, han ejecutado de forma encadenada un colapso a puntos vitales para provocar el caos y agudizar la crisis, apoyándose, cómo no, en el innegable descontento social por todas las precariedades manifiestas de nuestro sistema. La izquierda no unifica ninguna conspiración, pero se repite constantemente la idea de los montajes y del auto-sabotaje, como robos en los supermercados, obstrucción de calles y quemas de estaciones de Metro, todo con la finalidad de atemorizar a la población, y que ésta, viendo el desabastecimiento, viendo que se está viviendo en la ley de la calle, pedirán la salida de los militares, lo que desencadenará un eventual golpe o relevo con el Gobierno para caer en una nueva dictadura castrense. Así se afianzará un sistema y la oligarquía no perderá sus privilegios.

Pero la realidad no puede sustraerse a explicaciones, menos esquemáticas. Las ficciones, que leemos con tanta atención, están ahí no sólo porque son fábulas morales, mecanismos retóricos y orgánicos que se instalan en nuestras mentes para desconectarnos y reconectarnos con realidades simuladas, sino que también articulan espejos que nos reflejan. Pero además se puede leer (en las mejores obras literarias) el porvenir, casi como cartas de amor encriptadas que intentan captar un espíritu, un Zeitgeist que intenta describir el mundo de ahora o el que se desatará en los próximos minutos.

A continuación un breve repaso, una selección de las muchas obras universales que describen situaciones límites, revoluciones, universos cerrados y estados policíacos.

Nosotros, de Yevgueni Ziamiatin (1924)

¿De qué se trata? La despersonalización avanza hasta los límites en que los nombres propios no existen y han sido reemplazados por un número (¿les suena conocido?). Los habitantes de esta sociedad, albergados en la Ciudad de Cristal manejada por el Estado Único, han llevado hasta las últimas consecuencias los ideales de higiene, transparencia y efectividad social. Sus habitantes intercambian de pareja de forma aleatoria según una fórmula azarosa, evitando de esta forma lazos emocionales fuertes, las viviendas son transparentes, y todos los horarios, tanto de ocio, placer y trabajo, están estrictamente regulados.
¿Qué pasa? D-503, el narrador de esta distopía cuestiona las bondades de esta sociedad, regidas por un solo hombre representante del Estado, pues la felicidad ha sido delimitada a un conjunto de reglas inviolables: para frenar el descontento de los que se oponen al sistema, se les practica una lobotomía para erradicar para siempre la imaginación y la fantasía, consideradas como armas letales contra un sistema único que no da espacio para la individualidad y menos para las expresiones de amor o compromiso.

Rebelión en la granja, de George Orwell (1945)

¿De qué se trata? Se nos presenta una sociedad agraria compuesta por animales, quienes generan una revuelta para sacar a los granjeros humanos, bajo consignas de revolucionarias. La rebelión la encabezan los cerdos, los más astutos del grupo heterogéneo compuesto por ratones, gallinas, patos, perros, entre otros. Este grupúsculo, de forma muy honesta, plantea que como animales llevan siglos de sufrimiento, atados a la tierra y explotados por una clase inepta que los desprecia. Por ineptitud de los granjeros y la fuerte organización de los animales, se lleva a cabo una revuelta victoriosa: los granjeros se ven superados en la revuelta y huyen, quedando la granja en manos de los animales, quienes establecen nuevas normas de convivencia, disminuyen las horas de trabajo, y reparten de forma más equitativa los bienes.

¿Qué pasa? El grupo de los cerdos, luego de establecer un orden, comienzan lentamente a llevarse más privilegios que el resto de animales, considerando que ellos tienen más derechos al tener más obligaciones en la nueva sociedad que componen. Las ansias de poder y de tener más provoca una lucha intestina entre los mismos cerdos, agregándose una serie de componentes que terminan por socavar la graja idílica y convertirá en un lugar de muerte y horror: purgas, traiciones, creación de un enemigo externo, abandono de la agricultura en pos de la industrialización, vejaciones, crímenes, procesos injustos y ejecuciones crueles.

El eternauta, de Oesterheld y Solano López (1957)

¿De qué se trata? La historia parte en la casa de un guionista de historietas en un tranquilo barrio, el cual es visitado por un personaje llamado Juan Salva, quien se materializa ante sus ojos ¿qué busca aquel ser desconocido surgido de la nada? Afirma que viene del futuro y que está ahí para referirle sucesos de crisis que vendrán muy pronto, sucesos en el que la raza humana se encuentra en una lucha encarnizada contra fuerzas alienígenas.

¿Qué pasa? Durante la noche —todo esto lo relata Juan Salva al perplejo guionista— en la que se encontraba reunido con un grupo de amigos jugando truco, un corte de luz y una noticia radial los sumerge en una siniestra realidad: una intensa nevada ha recubierto toda la ciudad, nevada mortal que asesina en segundos a cualquier persona que la respire. Desde la casa del protagonista, los hombres comprueban que no sólo el silencio domina las calles: autos chocados reposan inmóviles entremedio de la calzada y un centenar de cadáveres recubren las avenidas.  En un punto crucial de la historieta, los protagonistas, atrincherados en su hogar con alimentos y bebidas para vivir tranquilamente, son asediados por los militares, quienes andan a la búsqueda de hombres sanos y fuertes para repeler el ataque. ¿Qué hacer? ¿Quedarse refugiado junto a su familia o dejarlos y embarcarse en la guerra? En ese dilema se desata toda la historia.

Memorias encontradas en una bañera, de Stanislaw Lem (1961)

¿De qué se trata? En un futuro sin libros debido a una catástrofe científica que aniquiló todo rastro de tejido vegetal, se intenta reconstruir la historia reciente de la humanidad, no sólo de la edad antigua o moderna, sino que de los últimos siglos. Para ello, se ha encontrado el diario de vida que relata cómo era la existencia en un mundo cerrado bajo tierra, un mundo controlado por militares y con una burocratización desquiciada bautizado como El Nuevo Pentágono, ubicado en algún lugar de las montañas

¿Qué pasa? En efecto, la obra del polaco bebe muy directamente de El Proceso de Kafka, el cual es el paradigma de las injusticias sociales son generadas no siempre por una mala voluntad en expreso, sino porque el sistema legal es incapaz, incompetente, que tienda a ser totalitario porque busca abarcarlo todo, pero se llena de trabas, se burocratiza hasta el hartazgo. En memorias, el protagonista del diario recibe una misión en la cual tiene que llegar hasta determinado lugar para investigar algo o alguien indeterminado, no sabe qué, sólo que debe avanzar entre el complejo laberíntico para atravesarse con hombres ocupados en tareas que desconocen. Nadie sabe qué está haciendo realmente, nadie entiende cuáles son sus reales propósitos, sólo la cárcel laberíntica es la realidad.

Fluyan mis lágrimas, dijo el policía, de Philip K. Dick (1974)

¿De qué se trata? Un EE.UU de 1988 invadido por policías y militares, producto de una segunda guerra civil,  es descrito con perplejidad desde la perspectiva de un cantante famoso, que de la noche a la mañana parece ser que todo el mundo lo ha olvidado: siendo un don nadie, sin contactos, ni identidad, ni dinero, debe sobrevivir en los márgenes de la ciudad donde conviven las clases más bajas, compuesta principalmente por estudiantes universitarios y otros sobrevivientes que intentan eludir desesperadamente los constantes controles policiacos, moviéndose en estrechos edificios grises y tratando de llegar vivos al final del día. Además del control policial, se han llevado a cabo diversos experimentos, en especial la eliminación constante de la población negra, esterilizando a la población para que nazcan menos individuos de piel oscura, a cambio, claro está, de que no se pueda ejercer ninguna clase de violencia criminal hacia ellos, resultando en un paradojal retiro no violento programado de un grupo étnico completo.

¿Qué pasa? La novela deja entrever que el alto consumo de drogas, en especial las que tenía acceso el protagonista cuando era un famoso presentador y cantante (al estilo Luis Jara), además de provocar pérdida de identidad y brotes psicóticos, pueden alterar la realidad, pero también pone de manifiesto los privilegios de los que goza una elite, contrastado con la vida de semi-proscritos que llevan los marginados por un sistema policiaco y de hipervigilancia.

Respiración artificial, de Ricardo Piglia (1992)

¿De qué se trata? Junior, un periodista que se mueve en una misteriosa Buenos Aires, casi opresiva debido a una dictadura militar invisible, que no obstante se percibe bajo señales pero sin signos de violencias explícitos. La trama se inicia cuando Junior recibe un llamado acusando que existe una máquina capaz de generar ficciones que pueden suplantar la realidad o de generar relatos que no se pueden distinguir si son reales o simple ficción. Uno de esos relatos, grabados en un casete, son reproducidos: se relata con horror una matanza que podría ser humana o animal de forma muy ambigua.

¿Qué pasa?  Lo más difícil de precisar es realmente qué pasa. La trama principal se diluye y se va contaminando por relatos que parecen tener correlatos con la historia argentina de los años 20, una mención al escritor Macedonio Fernández quien parece ser central como ideólogo de La Máquina: tras la muerte de su esposa ha decidido crear una realidad paralela en la que tanto él como ella siguen vivos. ¿Pero qué hace la Máquina? La peligrosidad de ella radica en que, al igual que en la enciclopedia borgeana de Tlön, ésta podría terminar destruyendo el discurso oficial. “Todo poder político es criminal”, dice en una parte”, “el presidente está loco y sus ministros unos psicóticos.”

Bonus Track

Oink, el carnicero del cielo, de John Mueller (1997)

¿De qué se trata? Cómic que lleva hasta las últimas consecuencias la narración de una vida en una sociedad esclavista y controlada por una Iglesia degenerada y un grupúsculo de  tecnócratas con ambiciones ilimitadas. Para sostener este sistema, podrido hasta los cimentos, se ha creado al “obrero perfecto”, genéticamente y en laboratorios,  mezclando el ADN de cerdos y humanos, naciendo así una raza porcina con alta resistencia muscular y una inteligencia limitada, perfecta para la explotación capitalista.

¿Qué pasa? Oink, uno de los tantos obreros esclavizados, descubre la sarta de mentiras con la que ha crecido no sólo como invididuo, sino que su clase completa. El cielo, lugar en el cual se desarrolla la acción de la novela gráfica, es un lugar atestado de industrias, contaminación y hacinamiento absolutos, lugar que además está protegido por los ángeles, una especie de policía secreta represiva dispuesta a matar a cualquier que se oponga a cuestionar el sistema.

viernes, 23 de febrero de 2018

Las primeras meditaciones de un condenado a escribir



Editorial Forja
Meditación de un condenado: Felipe Uribe Armijo.
1era Edición: 2010. 160 páginas.

En Chile no existe una tradición cuentística sólida. Exceptuando nombres como Baldomero Lillo, Manuel Rojas,  Federico Gana, principales exponentes del realismo, no ha existido mucho espacio para la experimentación, la ciencia-ficción, el horror o el policial. 

Corrijo: sí existen trabajos aislados, como la obra del excéntrico Juan Emar, o antologías como la del Verdadero Cuento en Chile, de Miguel Serrano, pero el resto son intentos laxos, dispersos, sin tener plumas potentes en los relatos breves, como la tradición inglesa, norteamericana, o mirando un poco más cerca, el valor y la potencia de un Borges, de un Monterroso o un Onetti.

No es lo mismo hablar de cuentos memorables, que pueden pertenecer a un periodo, temática o a un autor, que hablar de un libro de cuentos de forma íntegra. Visto así, ¿un libro de cuentos debería ser presentado como un disco conceptual, donde cada pieza remite a una construcción mayor? ¿O debería el autor mezclar géneros y romper la unidad temática? Algunas de estas preguntas surgen tras leer Meditación de un condenado, primer libro de Felipe Uribe Armijo, quien nos hace entrega de doce cuentos, cada uno logrando en mayor o menor medida la creación de mundos tormentosos, condensando diversos escenarios donde campean a sus anchas la desolación, los males de amor, la venganza y la muerte.

Frente a la aparente falta de unidad en la colección de cuentos, es posible entrever que en cada historia aparecen elementos de corte fantástico, aunados muy sutilmente por el tema de la condenación, no en el sentido lato de la absurda condenación –y postrera culpa- kafkiana, o la culpabilidad dostoievskiana en relación a un crimen y a una pena, sino a un tipo de condenación que parece establecerse a través de las propias decisiones del protagonista, quizás de forma más sutil: “Yo soy yo, y mis circunstancias”, al decir de Ortega y Gasset.

En otras palabras, remiten a una condenación que se emparenta y se matizan con la vergüenza: 

“Súbitamente me invadió la vergüenza. Me sentí como cuando de niño le soltaba a mi padre una caótica justificación de mis actos para que no me reprendiera”; el paso del tiempo: “ni yo ni ella éramos los mismos de aquella época. Yo, porque había madurado […], ella, […] porque me había demostrado estar más viva que yo”

O la desazón: 

“Ahora mi destino sería un planeta cualquiera de entre todos aquellos donde la guerra nuclear había acabado con la vida humana”. Así como una araña va tejiendo su tela para quedar atrapada y encerrada en su propia trampa, los personajes de esta obra deben menos al azar que a sus decisiones los laberintos en los cuales se van encerrando: ellos mismos parecen ser los principales causantes de su autodestrucción, y ése es el mejor acierto del autor en su obra.

Pero, ¿cuáles son las tramas que encierran los cuentos?

Existe por un lado, una marcada ciencia ficción antigua sobre visitas a otros planetas, descubrimientos de civilizaciones intergalácticas, desarrollo de inteligencias artificiales, y máquinas que permiten extraer personas del pasado, junto a un par de escritos más cargados a lo onírico, como la conjetural última batalla de dos delincuentes juveniles; el encuentro de un hombre con una fantasma del pasado (de su propio pasado); o el onirismo de una melancólico chivo que presiente su muerte, en medio de un matadero humano, tremendamente humano.

He ahí el mayor logro estilístico del autor; alejándose de los tópicos que atraviesan los cuentos de producción local, Felipe Uribe da un retroceso hacia delante, tomando lo mejor de escritores como Brian W. Aldiss, Ray Bradbury o Philip K Dick, sin ser reverencialmente técnico en sus descripciones, ni creador abismante de paradojas espaciotemporales, sino dotando a sus creaciones con un aire perturbador e inquietante, derrochando no poca ironía y estupefacción ante lo relatado, que en definitiva lo coloca en un sitial distinto en el cual se sitúan los cuentistas nacionales, cargados al costumbrismo capitalino, o a desentrañar los males de clase en historias sobre jóvenes disfuncionales que no logran encajar en la sociedad, ejes repetitivos en la cuentística nacional que salvo, Paulina Flores, o el primer Marcelo Lillo, se salvan de naufragar en el infierno de la chatura, sólo gracias a su elevada técnica y elaboración de cada pieza.

Meditación de un condenado es una excelente carta de presentación del autor; sin llegar a escribir una obra maestra que rompa los cánones del género, logra crear historias atrapantes y desesperanzadoras, que sólo tienen solución de continuidad en la mente del lector: no son textos clausurados, sino que poliédricos, de múltiples lecturas.

Destacan del conjunto, por técnica, construcción y virtuosismo, los cuentos Anet, el durmiente y Parque del reencuentro, por transmitirnos una soledad fulminante y transportarnos a un mundo donde entrechocan sueño y pesadilla. Es una lástima que los relatos no hayan sido difundidos en su momento, pero la historia de la literatura no es lineal, ni sólo está compuesta por infames: suelen salvarse de la hoguera del olvido aquellas obras que desafían el lugar común, ficciones que con el tiempo, en vez de acartonarse, ganan en espesor y vida.
Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...